sábado, septiembre 21, 2024
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Quién puede qué

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Los que dudan demasiado me ponen de los nervios; de quienes no dudan no me fío.

Los resultados de las recientes elecciones europeas en España ya han producido ríos de tinta, pero lo que reflejan tendrá aún más recorrido.

El PP seguirá a lo suyo y con los suyos, aunque modulen cuanto puedan para no ver más mermada su cuota de poder: nosotros (cuarta parte de los votos, novena del censo) o el caos de lo demás es el mensaje. El PSOE, incapaz de relanzar un programa de izquierda necesaria y regeneración contundente, se enfrenta desorientado a su propia crisis. Tal como están, estábamos (y seguimos estando), unos resultados que hubieran ratificado a cualquiera de los dos, o a ambos, tampoco hubieran sido buenos.

La irrupción de Podemos, de Pablo Iglesias Turrión, la vaca púrpura del 25-M, perturba y seduce a Izquierda Unida. IU no puede perder la estela de Podemos y el apoyo que estos han recibido tiene que articularse ahora. Levitar y pontificar no es suficiente, una wiki tampoco. El amor y la conveniencia suelen culminar en boda o en pareja de hecho, pero no nos precipitemos. Veremos cómo termina el baile.

En el guiso alternativo previo a las elecciones, Podemos se zafó de IU exigiéndoles unas primarias imposibles. Equo y Podemos, cada uno a su modo, ningunearon al Partido X con Hervé Falciani, de lo más ajustado e incisivo, a mi desnutrido juicio, de la sopa, quienes conscientes de su diferencia se ofrecían bajo la innovadora fórmula de una federación de competencias. ¿Qué habrá sido de ellos?

Cuando fui a votar, me quedé perplejo al ver la foto de Turrión en vez de un anagrama en una papeleta electoral. Luego he ojeado un libro suyo sobre política y cine, de 2013, en cuyo epílogo coge por banda a Felipe González, cuando reveló, en 2002, que habiendo podido volar por los aires a la cúpula de ETA no lo hizo, y que llegó a preguntarse si había actuado correctamente. Según Turrión, González de este modo “otorga a ETA el estatus de beligerancia”; en el fondo, llega a decir, reconociendo “su admiración y respeto por las convicciones de su enemigo”. De todas las manifestaciones de soberbia, la intelectual es la más atrevida.

Entre la verborrea neoliberal, el asamblearismo carismático y el vacío, con la casa como se nos ha quedado después de la tormenta y el cielo como viene, esto se está poniendo feo, feo. Ojalá me equivoque.

José Luis Mora

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