domingo, septiembre 22, 2024
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Honrar lo pactado, encarar el futuro

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En unas horas, los representantes de los ciudadanos estamos llamados a votar la ley orgánica que regula la abdicación del Rey. Yo votaré a favor, consciente, libre y reflexivamente a favor. A favor del cambio en la jefatura del Estado. A favor de la estabilidad institucional. A favor de la normalidad democrática.

Yo votaré a favor, consciente, libre y reflexivamente a favor

Y lo haré por dos motivos: para honrar el pacto constitucional que nos ha permitido disfrutar del mayor período de paz, libertad y prosperidad de nuestra historia; y para impulsar, con el cambio en la cúpula del Estado, las reformas necesarias, imperiosas, impostergables que deben sentar las bases de un nuevo período de progreso y de convivencia en libertad para nuestro país.

Honrar el pacto constitucional, impulsar el cambio en las estructuras del país. Ese es el sentido afirmativo de mi voto, con el que pretendo honrar, además, dos principios esenciales que son señas de identidad del partido al que pertenezco y por los que me precio de estar en él: el respeto y cumplimiento de los acuerdos alcanzados y la pulsión reformista, el impulso constante de cambio.

Es legítimo, por supuesto, plantearse la forma de estado de nuestro país. No lo es, desde mi punto de vista, hacerlo de la manera que algunos lo están haciendo tras el anuncio de la abdicación del Rey.

Para empezar, porque votar no a la ley orgánica que posibilita la abdicación del Rey no es votar a favor de ningún referéndum sobre la república como algunos pretenden hacer ver: es, sencillamente, imposibilitar a Juan Carlos I el abandono de la Corona y, por tanto, obligarle a seguir al frente de la Jefatura del Estado, cuestión que contradice el fin supuestamente perseguido por los defensores del no.

Pero más allá de cuestiones para el anecdotario como la anterior, lo cierto es que se están realizando afirmaciones que no casan en absoluto con la realidad ni de los más de 35 años de monarquía parlamentaria española ni de la experiencia de los países de nuestro entorno. Decir, como se ha dicho, que la monarquía parlamentaria no es democrática es tanto como negar carácter democrático a países como el Reino Unido, Bélgica, Holanda, Suecia, Noruega o Dinamarca por su forma de Estado.

Votar no a la ley orgánica no es votar a favor de un referéndum

Y decir, como se ha dicho, que la república equivale a mayor igualdad y prosperidad no sólo es una simpleza de igual calado a la anterior, sino también una falsedad de fácil comprobación con sólo pensar en repúblicas como la china, la cubana o la norcoreana.

Claro que vivimos en un país muy dado al todo o nada, al blanco o negro, pureza o impureza, monarquía o república. Como si no se pudiera ser y ejercer el republicanismo bajo una monarquía parlamentaria, como si la pureza no fuera un grado de la impureza, como si no existiera la escala de grises. Como si no hubiéramos aprendido nada en estos más de 35 años de convivencia en paz y libertad.

No, la forma, en este caso, tampoco determina el fondo.

El ideal republicano consiste en defender el imperio de la ley, de una ley respetuosa de la libertad de cada ciudadano, protectora de esa libertad, maximizadora de ella, combativa contra la arbitrariedad, favorecedora de la igualdad. Y ese ideal puede alentar diversas formas de Estado, entre ellas aquella bajo la que hemos convivido los españoles desde 1978.

Honrar el pacto constitucional es también exigir y promover cambios

Pero honrar el pacto constitucional es también exigir y promover cambios y reformas profundas en las instituciones y en la propia Carta Magna. Porque los retos que encara España son nuevos y distintos a los que enfrentó el país que nació a la democracia a finales de los setenta y a una nueva generación corresponde tomar las riendas y dar respuestas al futuro.

Ese es el debate que ha abierto el Partido Socialista con sus propuestas para actualizar las estructuras de nuestro país, tanto el modelo territorial, como las estructuras políticas y económicas. Y es un debate al que urge que se incorpore el partido de Gobierno por la vía de las propuestas transparentes y no del desmontaje oscuro que está realizando de las estructuras de las que más orgullosos nos sentimos los españoles: los sistemas sanitario y educativo, los sistemas que dan contenido al Estado social y democrático de Derecho refrendado por los españoles en 1978. ¿Estará Rajoy dispuesto a moverse?

José Blanco

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