martes, noviembre 26, 2024
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Las carrozas

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En estos días de fastos anunciados hay de todo y para todos los gustos: escuché en una tertulia televisiva a una periodista quejarse porque los Príncipes, que ya serán reyes, y su séquito, no paseen en carroza -hay un museo del carruaje en Madrid, dicen que de los mejores de Europa- desde el Congreso hasta el Palacio de Oriente. No faltan quienes se lamenten porque no se ha invitado a un plantel de mandatarios extranjeros, especialmente presidentes latinoamericanos. Hay quien se duele porque el Rey padre, Juan Carlos I, y la Reina madre, doña Sofía, han decidido ausentarse tanto de la ceremonia en el Parlamento como de la posterior recepción que el flamante monarca ofrecerá a dos mil invitados. Y, en el otro lado, proliferan quienes se congratulan porque, al final, la austeridad ha vencido a la idea de los fastos propios de las mil y una noches. El caso es que nadie se queda contento y, a la hora de repartir culpas, se lanzan a la cabeza del Gobierno, o a las de los responsables de la casa del Rey o a la del propio Rey, ya que estamos.

A mí, si usted me permite una opinión, me importa poco el desfiles de carrozas, que me parece algo un poco carroza y propio de la corte borbónica de Francia, que ya se sabe que terminó mal. Y, la verdad, que Felipe VI y la Reina Letizia cubran el trayecto en coche cubierto o descubierto –menuda polémica se ha montado en torno a la seguridad del dichoso trayecto– viene a dárseme un pito. No creo que la popularidad del nuevo Rey venga dada porque le dé el sol ante los ciudadanos en la mañana del jueves o, por el contrario, se atenga a las normas de los encargados de su integridad física, que prefieren pecar por exceso de precauciones, y viaje en un automóvil encapotado. A alguien siempre le parecerá mal alguna de las opciones que aún parece que se barajan.

¿Hay peligro de atentados 'anarquistas', como nos dice algún responsable de Interior? No sabía que la sombra de Mateo Morral fuese tan alargada en el tiempo, la verdad. Pero en estos días, de tanto 'revival' histórico interesado, cualquier cosa… Ya digo que lo importante no es ni la brillantez del nuevo uniforme de capitán general que estrenará Felipe VI, con todas sus condecoraciones, este jueves. Ni si hay o no un Tedeum, que yo, la verdad, tampoco lo hubiese incluido en el programa. Ni si vienen –que no– la señora Merkel, o la 'prima Lilibeth' o el primo Mohamed. Nada de esto condicionaría que España figure, con titulares positivos, en las portadas de todos los periódicos del mundo.

Un texto en el que se sientan incluidos los que convocan manifestaciones republicanas y dicen que no quieren asistir

Se ha optado por la mejor opción, a mi entender: que el protagonista absoluto sea el ciudadano Felipe de Borbón y Grecia, en adelante Felipe VI. Es él quien tiene que llenar las páginas de los periódicos no con fotografías de carrozas que hiciesen palidecer de envidia a la de la Cenicienta reconvertida, porque esto no es un cuento de hadas; lo que ha de aparecer como fundamental en los medios este jueves, el viernes, el sábado y cuantos días más sea posible, es el contenido del primer discurso de Felipe VI.

Yo creo saber que, entre él y sus contados asesores, preparan un texto macizo, que hable de nuevas formas de entender la política y el servicio que un jefe de Estado ha de prestar al ciudadano. Un texto en el que se sientan incluidos los que convocan manifestaciones republicanas y dicen que no quieren asistir –es su derecho, aunque entiendo que se equivocan– al acto de proclamación del nuevo Rey. Un texto que haga reflexionar –algo– a quienes afirman que quieren independizarse de España. Un texto que suponga, en fin, un antes y un después.

Entiendo que complacer a todos es difícil, casi imposible. Sin embargo, espero mucho del discurso de mi nuevo Rey, que pienso que no quiere, en este día, el más importante de su vida, y muy importante para las vidas de todos nosotros, pasar el examen con un mero aprobado. Eso ya casi no sirve en una era en la que se pide la excelencia.

Fernando Jáuregui

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