lunes, noviembre 25, 2024
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Por amor al arte

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Llámenme romántica, pero lo que me provoca admiración en este comienzo estival no son, ni los  jóvenes futbolistas estrellas mundiales; ni los “jóvenes” aristócratas o plebeyos que tendrán que reinar en un lugar que les quiere solo a medias; son los jóvenes artistas que, contra viento y marea, se empeñan en dar lo mejor de sí mismos en los teatros de Madrid. Presentando la batalla al buen tiempo, al fútbol y hasta a la historia, sin más armas que un inmenso amor al arte. Con todos los centros de producción artística nacional en pié de guerra por problemas de impagos o rebajas salariales a los artistas. Con las salas alternativas, quejándose de un sistema que les aboca a la auto-explotación y con todo el sector suplicando medidas a la administración para evitar la caída libre a la que se dirigen las artes escénicas y musicales, si nadie lo remedia. La cartelera parece buscar desesperadamente lo que nadie parece saber de dónde puede llegar. 

Estaba Madrid vacío, sin interés por algo que no fuera fútbol y, sin embargo, el auténtico corazón de Brasil, palpitaba en las entrañas de la Plaza del Descubrimiento, para unos cuantos privilegiados que supimos elegir.

La ópera del Malandro del polifacético músico y dramaturgo brasileño Chico Buarque, presentada por la compañía Teatro de Fondo, bajo la dirección artística de Vanesa Martínez, tiene sus antecedentes en “La ópera del Mendigo”, sátira de John Gay de 1728 y “La ópera de cuatro cuartos” que Bertolt Brecht montara en Alemania dos siglos después. El teatro y la música son capaces de identificar grupos y, a la vez, de amalgamar dramas e historias, saltando las fronteras geográficas y temporales igual que lo hacen el mal, la corrupción, la mezquindad y el abuso. Su denuncia, ha conectado por igual con los espectadores de los últimos tres siglos y se instala con naturalidad también en el mundo actual. Parece ser que no hemos mejorado gran cosa en ese aspecto. 

La ópera del Malandro, que estará hasta finales de junio en el Teatro Fernán Gómez, es una delicia construida con muchísimo trabajo, cuidado y dedicación. La música, muy bien interpretada por músicos y actores/cantantes y dirigida con acierto por Pedro Moreno, es capaz de llenar de alegría, lirismo y belleza lo que es, sin embargo, el lado más feo de la sociedad. 

Seleccionar un elenco capaz de cantar, bailar e interpretar y, además de hacerlo bien, es un gran éxito, sobre todo para una pequeña compañía independiente que se ha atrevido en los tiempos que corren, a levantar esta producción con todo lo que le hace falta para ser una propuesta de calidad e interesante. Tomando decisiones acertadas, como mantener las letras en portugués y proyectar la traducción de las letras de las canciones para que se sigan en castellano. 

No se dejen vencer por el desánimo y disfruten al menos durante dos horas, que de Brasil, siempre nos quedará la música.

La dama boba

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