martes, noviembre 26, 2024
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Volver a empezar

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No hay fin de semana en el que uno pueda disfrutar de la familia sin que la política le sobresalte. Cuando aún no se han apagado los ecos de la abdicación de Juan Carlos I -nada menos-, aparece Rubalcaba y anuncia su retirada definitiva -esta vez sí- de la política mientras el Parlamento de Cataluña aprueba una moción de ICV que da por roto el «pacto constitucional» y niega legitimidad a la sucesión de la Corona. Y, mientras, siguen las detenciones en UGT, estalla el escándalo de las «euro-sicav», el Gobierno y su grupo aforan por la puerta de atrás al que era -y sigue llevando el titulo- Rey de España y el juez y el fiscal del caso Noos se enfrentan por la imputación a la Infanta Cristina. Y lo dejo aquí porque no se trata de enredar aún más el ovillo de este país al menos pintoresco y pelín desquiciado.

De cuanto he dicho y he callado, aunque todo resulta preocupante, destaca no tanto el abandono por agotamiento de Rubalcaba sino en qué momento lo hace: por una parte tras casi imponer la sucesión real y por la otra cuando tiene al partido hecho unos zorros y al borde de algo que nadie sabe muy bien qué puede ser aunque sus contrincantes políticos a un lado y a otro musiten por lo bajini la vieja plegaria del chiste: virgencita, que me quede como estaba.

Rubalcaba abandona tras casi imponer la sucesión real y dejar al partido hecho unos zorros

Porque en el PSOE parece que no hay quien tire y mientras López fracasa con los avales en su propia tierra, Sánchez defiende en Cataluña la reforma de la Constitución española que debería apostar por un federalismo asimétrico, aboga por un «trato fiscal especial» para Cataluña y promete reconocerla como nación. No aprenden a moderarse en las promesas y luego les pasa lo que a ZP con el Estatut. ¿A dónde vamos con López o con Sánchez? ¿Qué va a ser del PSOE si se empeña en inclinarse hacia una  izquierda imposible y que ya tiene inquilinos? ¿Qué va a ser del PSOE y qué va a ser de España? Y en estas estábamos cuando llega nada menos que el Parlamento Catalán que aprueba -con un par- dar por roto el pacto constitucional y niega la legitimidad de Felipe VI. Y naturalmente se suman como institución a los que piden/exigen el referéndum monarquía/republica; pero entonces quienes están en esa postura, deberían aceptar que se preguntara también por todo lo que aquel «paquete» contenía, por ejemplo el estado autonómico con todas sus consecuencias, las buenas, las malas y las desastrosas.

En España siempre estamos bajo la tentación de empezar de cero, es como un sino del que resulta difícil escapar y ese volver a empezar es casi una vocación más que una necesidad. Negar que, crisis económicas aparte, desde el consenso hasta ahora hemos vivido el periodo más tranquilo de los últimos tres siglos, es negar la Historia. Pero hay que cambiar aunque no se sepa muy bien ni qué, ni por qué, ni para qué.

Andrés Aberasturi

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