martes, noviembre 26, 2024
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La camaleónica Carmen Hornillos

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Aquí donde me ven revoloteé muchas veces al lado de Carmen Hornillos. Me intrigaba esta mujer, la quería conocer más, saber si era tan puñetera como aparecía en otros tiempos en pantalla, y terminé descubriendo que no, que debajo de ese papel de mujer fría, criticona y hasta bobalicona que tanto juego daba a los programas que hablaban de la televisión, se encontraba, sobre todo, una gran periodista y una mejor persona.

Yo no la conocí en su época de gran esplendor, cuando se daba a conocer a todo el personal en las 'Crónicas marcianas' de Sardá, ni tan siquiera cuando en el extinto Canal 7 tenía un programa que la audiencia veía sólo para ver cuántos veces metía ella la pata cada noche. 

En esos tiempos lo sencillo era tildarla de medio tonta, sobre todo si uno se dejaba llevar por las parodias que de ella hacía Ángel Martín en `Sé lo que hicisteis', o incluso otros compañeros suyos del corazón que en el fondo (más tarde lo descubrí), la tenían envidia porque, comparados con ella, ellos eran realmente los tontos, los patéticos. 

Estar en lo más alto, en cuanto a que la gente te conozca y te paguen bien por lo que haces, que te inviten a todos los saraos y que todo el mundo se te ponga al teléfono, y de repente bajar a casi el escalón más bajo de la profesión, el de ser un simple «plumilla», no es algo para lo que todo el mundo en esta profesión esté capacitado. Ella sí lo estaba. 

Carmen, acabadas sus intervenciones periódicas televisivas, sustituidas por alguna aparición esporádica en tal o cual programa, supo amoldarse perfectamente a su nueva singladura en la vida y acudía a ruedas de prensa televisivas en las que, curiosamente, nunca se ve a los que luego hablan de la televisión en tertulias radiofónicas o programas de la pequeña pantalla. 

Y allí no era una diva, sino una más. Lo mismo te cuestionaba a ti por algo que la podías preguntar tú sobre otro tema. La actitud siempre era la misma, sonrisa en la boca y disposición plena para ayudarte. Aunque te hubiera visto pocas veces, siempre que lo hacía te saludaba como si hubieras sido compañero suyo toda la vida. Si no sabía algo no se le caian los anillos en decirlo, si tenia que callarse para escuchar a los demás, lo hacía sin problema (más de uno de los de las nuevas hornadas ya podrían aprender), y sobre todo si tenía que hacer una pregunta sabía qué era lo que había que preguntar (también es difícil hoy en día encontrar alguien con ese don). 

Ella sabia que tenía que hacer su trabajo de entrevistar a tal o cual famosete de tres al cuarto para su revista y lo hacía con tanto ímpetu como cuando despellejaba con crudeza a primeras espadas en televisión. Pocos periodistas del «quore» podrían hacer lo mismo, ninguno podría ser tan cameleónico como ella para adaptarse al rol que le toca en cada momento. 

Sus familiares y amigos más allegados quizás supieran del cáncer que ha terminado llevándosela. Sus compañeros de profesión,practicamente ninguno. Hablar de su enfermedad no sólo era una ordinariez para ella sino un mal trago para los que lo escucharan, y ella no quería entistecer a nadie con sus males. Gracias Carmen, de este modo sólo te recordaré con tu eterna sonrisa. La misma que seguirás manteniendo allí donde estés. 

La mosca

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