lunes, noviembre 25, 2024
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El chiringuito de Pedro

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Hay una serie en televisión, El Chiringuito de Pepe, que discurre en Peñíscola. Bueno, sale Peñíscola, dicen que es Peñíscola, pero uno, que algo sabe de aquello que aún se llama El Maestrazgo, un sitio bello y singular, diría que no es Peñíscola. Hay un actor muy guapo, otro muy característico, pero todo es irreconocible porque no hablan como los de Peñíscola, sino como si fueran de Málaga, o Almería, incluso del mismo Madrid. Una voltereta sin red lleva a una metáfora con lo que está pasando en el PSOE. Hay un tío muy guapo, los actores característicos no faltan, parece el PSOE (hasta se ven la tramoya de Ferraz, como el castillo del Papa Luna), pero no hablan como los del PSOE. Hoy mismo, en la columna de al lado, la de Pepe Blanco, se habla de la desnaturalización de este partido. No es un mal único.

Durante esta cosa rara, que parecía una campaña, no lo era, en la que nadie quería llevar corbata por si parecía un tipo normal, y en la que se hacían pasar por amigos cuando se odian cordialmente, se ha podido comprobar la desnaturalización desnortada de este PSOE postmoderno. Para ganar hacían falta unas gotitas de abuelo rojo, ser guapete para dar en el cartel, dos recetas populistas made in Podemos por si acaso, y retórica frentista. Pero no hablaban como los de Peñíscola.

El PSOE tiene que ser un partido serio “y confiable”. Una alternativa de izquierdas al panorama actual, sin complejo por su carácter y aspiración nacional, vertebrador y español sin dudas, como dicen sus siglas. Lleva ya unos años perdiendo elección tras elección y lo que es más llamativo, retrocediendo sin parar en los grandes núcleos urbanos. La receta que han encontrado algunos es buscar el entronque 15-M, escorarse a una izquierda trasnochada y más producto de la fabulación que de la realidad sociológica del país. Confundir a los que gritan con los que trabajan. Y regalan el centro a Mariano Rajoy, de paso, que no necesita esforzarse demasiado para situarse en el centro de la escena política.

Ahora empieza la papeleta para Pedro Sánchez, que tiene buena pinta, pero ha empezado con un chiste con acento de Chamberí –al estilo del gran Jesús Bonilla–, al decidir alinearse con los asilvestrados del Parlamento Europeo y no respetar el gran pacto firmado para la votación a Junker. Así no hablan los de Peñíscola, desde luego. Sánchez Castejón, el ala de Estudiantes con el que uno se las ha visto -casi siempre para perder- en la cancha de juego, tendrá que gobernar un partido en el que los dedos se hacen huéspedes.

Ahora empieza la papeleta para Pedro Sánchez, que tiene buena pinta, pero ha empezado con un chiste con acento de Chamberí –al estilo del gran Jesús Bonilla–, al decidir alinearse con los asilvestrados del Parlamento Europeo

Singularmente llamativo es el papel del desaparecido Tomás Gómez, que ahora intenta sacar pecho después de mojarse más bien poco. Tras apoyar a Chacón en el Congreso de Sevilla, su papel es irrelevante en cuanto a dirección de los afiliados, en vista de los repartidos apoyos de Sánchez y Madina en los socialistas de Madrid. Gómez sería el mudito en este Chiringuito de cocina de freidora contra experimentos de tortilla española deconstruida. Yo me pido un salmorejo, si me lo permiten, en vista del panorama.

Sánchez es madrileño y en Madrid se va a jugar buena parte de sus tostadas. Enfrente, el alero socialista se encuentra un panorama extraño por indefinición. A codazos se intenta colocar en cabeza de cartel Cristina Cifuentes, otra que no habla en Peñiscolano, esta vez dialecto PP. Dice que es republicana, pero se suma a la fiesta de la proclamación. Primero quería regular la prostitución, pero ahora dice que se ha enterado de que la mayoría de las prostitutas son explotadas… Una personalidad bipolar, tipo jin y yang, como su amor-odio al presidente madrileño, Ignacio González. La parte de odio la utiliza para atizar al “dos” de la Comunidad, Salvador Victoria. Es una curiosa forma de parecer de la oposición y escurrir el bulto, cuando eres la responsable del caos de manifestaciones, trapicheos, ridículos policiales y demás que padecemos los madrileños a diario. De la del amor no hablaremos, que estamos en horario de protección infantil política, pero parece lo más propio entre compañeros de partido.

Cristina Cifuentes dice que es republicana, pero se suma a la fiesta de la proclamación. Primero quería regular la prostitución, pero ahora dice que se ha enterado de que la mayoría de las prostitutas son explotadas

Lissavetzky quiere repetir, pero es el hermano del enterrado Rubalcaba. Otro que habla con acento de Málaga es Antonio Miguel Carmona, que querrá exportar su modelo plató a la campaña política, al estilo Podemos. Tomás Gómez intentará vender otra vez su increíble papel de niño hijo de la emigración, como lleva haciendo desde 2007, con resultados que saltan a la vista. Nada suena a peñiscolano auténtico, ni en un partido ni en otro.

Ante este panorama, los periodistas, que oímos cómo se están afilando las navajas, poco más podemos hacer que sentarnos a contemplar el paso de cadáveres de un lado a otro. Si acaso, informar con decencia para que no le tomen el pelo a los ciudadanos con excusas de mal pagador, que es el arma favorita de los políticos. Si alguien ha pagado la crisis, son los ciudadanos, sea en Madrid, Málaga, Sevilla o Peñíscola. Además de puta –regulada o no por Cifuentes, según ella aprenda de la vida, que para eso parece que la pagamos-, no debiéramos poner la cama.

De los espeluznados vistazos que uno ha echado a eso del Chiringuito de Pepe, resalta con especial crudeza uno en el que los de Peñíscola se batían el cobre con los de Benicarló en una competición… ¡de espetos! Cualquier día vemos en Ferraz a la Ejecutiva del PSOE practicando el aplauso silencioso del 15-M, como si ventilaran la candela de los espetos.

Espetos… Será posible, cuando todo el mundo sabe que la obra cumbre de la cocina universal es el arrosetjat.

Joaquín Vidal

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