Podemos o no podemos, tal parece ser la cuestión. La del presente, la del futuro, la que desbanca, incluso, la del ser o no ser. Ay, si Shakespeare levantara la cabeza. No se sabe si la formación de Iglesias y Monedero, el poli bueno y el poli malo de la actual contestación al Sistema, vendrá para reforzar la democracia española, pero sí que ha desvelado su extrema fragilidad y su caquexia, y no tanto por su discurso y sus pretensiones como por las reacciones que ha suscitado, tan exageradas, según se observa, las favorables como las contrarias.
Que Aguirre, Cospedal, González o Floriano pongan a parir a Podemos, no puede sino generar simpatía y afección hacia el nuevo partido.
La demonización de Podemos que hace la reacción, esto es, el PP, no aporta, por su absoluta menesterosidad ideológica, nada nuevo: se trata de infundir miedo, cosa que al PP se le da de maravilla, de cerrar filas electorales frente al «enemigo», y de presentarse, en contrapunto a los malos, como buenos. Un niño de seis años elaboraría un discurso intelectual y verbal más sofisticado. Es posible que Podemos sea un grupo de mandrias, o de utópicos, o de sobradillos, o de populistas, o de chicos encantados de salir en la tele y de asustar un poco a la plutocracia, pero nada de eso, en todo caso, haría bueno al partido que ha hundido a España en la miseria y que pretende retrotraerla a algún punto de las cuatro décadas ominosas. Es más; que Aguirre, Cospedal, González o Floriano pongan a parir a Podemos, no puede sino generar simpatía y afección hacia el nuevo partido.
En el otro extremo, en el de la simpatía y la afección, las expectativas parecen fundamentarse, tan sólo, en la esperanza, y digo tan sólo porque la esperanza, tan necesaria en trances espantosos como el actual, es lo primero que se pierde en España a poco que el objeto de ella se hace con poder o con el poder. De otra parte, también Podemos se atribuye el bien por su oposición a los malos, si bien en su caso juega con mayor desahogo: en tanto Iglesias no ha acreditado ser horrible, Rajoy sí. Podemos, no es el PP, del mismo modo que Zapatero no era Aznar, pero ¿es eso suficiente para alentar la esperanza? También aquí juega a favor: la esperanza se funda sólo en el ansia de que la pesadilla que viven millones de españoles, España, termine ya. Podemos, pues, no utiliza, como dice la extravagante sexagenaria, técnicas diabólicas de propaganda, sino que simplemente apela al instinto de supervivencia de la población.
Rafael Torres