Al hilo de la influencia de otros idiomas y mentalidades en nuestros propios modos de vida y la manera de expresarnos, alguien dijo alguna vez: “negociamos en inglés, cortejamos a nuestras mujeres en francés, las amamos en italiano y ellas nos mandan a freír espárragos en español”.
Siempre hemos sentido necesidad de comunicarnos con hombres y mujeres de otras culturas, entenderlos y hacernos entender por encima de la barrera de las lenguas. Hemos huido de la Torre de Babel y hemos acabado en… Kansas City.
«Negociamos en inglés, cortejamos a nuestras mujeres en francés, las amamos en italiano y ellas nos mandan a freír espárragos en español”
Quien mejor lo ha explicado es el sociólogo Amando de Miguel. En los años ochenta, popularizó el término “cocacolonización” en su obra “Los Narcisos. El radicalismo cultural de los jóvenes” (Kairós, Barcelona, 1979) y, más de cuatro décadas después, su tesis no ha perdido vigencia.
Decía Amando de Miguel que “muchos de los modos y modas culturales que distinguen a las sucesivas promociones de jóvenes en un país como el nuestro se relacionan con sus antecedentes norteamericanos de una manera oculta y eficaz, la misma que enlaza los concesionarios de Coca-Cola con la casa matriz situada en Atlanta. Esta última es la que proporciona la receta, la fórmula magistral. Luego, las organizaciones locales ponen el envase y el trabajo. La fórmula ‘cocacolonizadora’ se repite de mil maneras”.
Sí, estamos “cocacolonizados” y lo estamos hasta tal punto que difícilmente nos damos cuenta de ello. De Miguel lo achacaba a la poderosísima industria cinematográfica de Hollywood, esa fabulosa arma propagandística con la que Estados Unidos ha invadido las grandes pantallas de todo el mundo para entretener, sí, pero también para adoctrinar a las masas de todo el Planeta.
“Hemos huido de la Torre de Babel y hemos acabado en… Kansas City”
Hoy, la “cocacolonización” se ejerce de manera más extensa, más inmediata y brutal a través de las nuevas tecnologías, íntimamente relacionadas con la comunicación, la globalización, el desarrollo y los movimientos de la economía mundial. Hoy no hacemos negocios, sino ‘business’; no asistimos a reuniones, sino a ‘meetings’; cuando en esas reuniones compartimos, proponemos, discutimos y contrastamos nuestras ideas para una puesta en común de una determinada estrategia, hacemos ‘brainstorming’, y si nos tomamos un descanso en dicha reunión, hacemos “un coffee”, así, con el “un” castellano antes del “coffee” inglés. Para que luego nos riamos del “relaxing cup” más famoso de café con leche que la alcaldesa de Madrid, Ana Botella, tuvo a bien publicitar.
Si hacemos un estudio de mercado es ‘benchmarking’; si elaboramos un informe, es un ‘briefing’; a las dificultades para emprender un negocio lo llamamos ‘handicap’ y si tenemos el presentimiento de que a pesar de todo va a irnos bien, tenemos buen ‘feeling’.
Sí, estamos ‘cocacolonizados’ y lo estamos hasta tal punto que difícilmente nos damos cuenta de ello”
Lo malo de todo esto es que el presente artículo se lo voy a enviar a Estrella Digital no por correo electrónico, sino por ‘e-mail’, y cuando vea la luz quizás sea repetido en Internet no a través de diferentes sitios, sino en distintos ‘sites’, y comentado en redes sociales gracias a la buena labor de algún ‘community manager’, y no de un especialista en moderar y administrar dichas redes y foros, o ‘chats’.
Los geniales Federico López Socasau, alias ‘Colin’, e Ignacio Ochoa Santamaría, alias ‘Güéster’, plasmaron magistralmente la situación en su obra maestra, el gran libro titulado “From lost to the river”, en la que proponían traducciones literales del español al inglés sin intentar pasar por el ‘spanglish’ para mantener el significado real y original de lo que decimos. Estamos en la Era de la globalización. Así que “from lost to the river”. De perdidos al río.
The End.
Carlos Matías