Es el hombre, es el nombre que se pronunciará estos días hasta la sociedad. Pocas veces se ha celebrado un congreso con menos incógnitas que el de este próximo fin de semana, se sabe de antemano que el mandamás será Pedro Sánchez, y que grito más escuchado será el Sánchez Sánchez Sánchez, el Pedro, Pedro, Pedro o simplemente ¡¡Pedro!! al estilo Pe en la ceremonia de los Oscar. Quedan algunos flecos por conocer, quienes formarán parte definitivamente de la nueva ejecutiva y qué lugar ocuparán Carmen Chacón y Patxi López, que se convertirán en dos pesos pesados del nuevo PSOE que tratará de superar la situación de sucesivos baches que le está llevando al abismo. O estaba, todo apunta a que el clima ha cambiado y para bien.
Pedro Sánchez no tiene la varita mágica que soluciona todos los males, pero ilusión no le falta, empeño tampoco, y las ganas de trabajar las está demostrando hace meses, desde que se puso a recorrer las agrupaciones –lo que no había hecho ningún otro político hasta ahora- para decir que estaba ahí dispuesto a trabajar por el partido si le daban el respaldo suficiente para convertirlo en secretario general. Las sesiones maratonianas de entrevistas que está realizando desde que ganó las primarias son de no creer, sin un minuto libre. El sábado y domingo se juega su credibilidad en un congreso en el que los delegados esperan un chute de entusiasmo, que necesitan como el beber, y el lunes se entrevista con Rajoy en Moncloa con un asunto duro de pelar: el reto soberanista de Artur Mas.
Sería bueno que Rajoy y Sánchez coincidieran en cuáles son los límites que se deben poner a la reforma de la Constitución
Sería una excelente noticia para todos los españoles que el presidente de Gobierno le pudiera decir al día siguiente al presidente de la Generalitat que se olvide de su calendario independentista y que tanto el gobierno como el líder de la oposición coinciden en que la legalidad está por encima de todo. Sería bueno también que Rajoy y Sánchez coincidieran en cuáles son los límites que se deben poner a la reforma de la Constitución, que los dos están dispuestos a hacer. Y, hablando de reforma constitucional, sería bueno que Rajoy recuerde que hace tiempo que explica que no se opone a que se actualice el texto del 78 pero que se debe hacer marcando los límites que no se pueden traspasar y que además es obligado el consenso que se logró en la Constitución hoy vigente. Y sería bueno que lo recordase si efectivamente se abre ese proceso, para que Artur Mas no se apunte un tanto y haga creer que la reforma se debe a que él ha obligado a plantearla con su empecinamiento en el proceso independentista.
Pero mal que le pese al Mas, en estos días es Sánchez el protagonista de la actualidad política.
El PSOE inicia una etapa fundamental para su futuro y Pedro Sánchez no puede permitirse el lujo de desacertar. Por la izquierda le quiere comer el terreno un partido y un líder que transmiten un mensaje demagógico, falaz e hipócrita que sin embargo ha calado bien en cierto público de derecha y de izquierda radical –sí, también de derecha- , porque ese líder dice lo que la gente quiere escuchar. Y por el centro encuentra a un votante que a su pesar se ha espantado del puño y la rosa tras el desastre Zapatero. Por tanto no lo tiene fácil el nuevo secretario general socialista, pero si se aleja del zapaterismo –ya saben, el buen rollito- y se empeña en un mensaje constructivo, serio, responsable y con sentido de Estado, puede conducir un partido capaz de ganar nuevamente elecciones.
Se presenta un fin de semana apasionante por el congreso socialista, quizá histórico si de ese congreso sale un PSOE fortalecido, que falta hace porque para España es mal asunto que el PSOE se venga abajo. Lo dicen los propios dirigentes del PP, a los que no llega la camisa al cuerpo con el bajón del PSOE y la aparición de formaciones políticas que son como para salir corriendo.
Pilar Cernuda