lunes, noviembre 25, 2024
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No cabe más

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Fin de curso. No cabe más en una semana. Elección de un nuevo secretario general del PSOE, decisiones relevantes en la Casa Real, nuevo encuentro de Rajoy con Artur Mas y datos económicos y de empleo que provocan alivio aunque aún queda camino por recorrer.

Casa Real. Ha pasado más de un mes desde la proclamación del Rey Felipe. Su trabajo, y el de la Reina Letizia, está siendo impecable, de diez. Las decisiones respecto a la transparencia de la Casa son verdaderamente importantes, y con el paso de los días se advierte que el Rey Juan Carlos eligió con tino el momento de anunciar su abdicación: su hijo tenía la formación adecuada para asumir sus responsabilidades  en una nueva etapa histórica y generacional. D. Juan Carlos ha sido el Rey de la Transición  y los importantes años posteriores; D. Felipe es el  Rey de los años de una sociedad educada con nuevos parámetros sociales. Las medidas sobre las cuentas y las actividades de la Familia Real van en esa línea.

El espíritu de los populares se ve por los suelos

En el plano político la elección de Pedro Sánchez ha provocado una ola de entusiasmo en el PSOE que había que verla para creerla. Si es la persona apropiada para dirigir el partido se verá con el tiempo, de momento está de estreno y hace falta que el traje esté en uso y haya sufrido un par de lavados o visita al tinte para saber si sienta bien; pero al menos en sus primeros pasos Sánchez ha dado la talla. Sin embargo, lo más importante del congreso socialista ha sido el chute de entusiasmo y de esperanza en el futuro, que los militantes y votantes necesitaban como el comer. 

Y hablando de entusiasmo, a ver si espabila el PP, que tiene a su gente total y absolutamente desencantada. Con excepciones, por supuesto, pero la mayoría de sus votantes y gran parte de sus militantes transpiran decepción por todos sus poros. Reconocen que las cuestiones de la economía y el empleo van  mucho mejor, pero los periodistas escuchan –escuchamos- muchas quejas sobre la falta de decisiones, que  no se vean caras nuevas, que aparentemente se va a mantener a candidatos municipales que están abrasados tanto por la corrupción como porque han sido incapaces de ganarse el afecto de la gente, y que las medidas fiscales dejan muchísimo que desear. Frente al espíritu del PSOE, que está convencido de que con Sánchez pueden mirar nuevamente a las alturas, el espíritu de los populares, en términos generales, se ve por los suelos.   

Volvamos a Pedro Sánchez. Con Rajoy, cuentan en uno y en otro lado, ha habido acuerdo en lo que más interesaba a los dos, el futuro de Cataluña. Discrepar en todo lo demás, o en casi todo, forma parte del guión. El segundo asunto que provocaba cierto morbo era cómo se iban a caer uno al otro. Pues bien, tanto en el lado socialista como en el lado del gobierno dicen que la primera impresión ha sido buena.  Ojalá la maldita política no envenene las cosas, todo marcha mejor cuando los que toman decisiones se respetan y son capaces de dialogar.

Las fechorías de la familia Pujol ha dejado a los nacionalistas sin su principal referente político

Ese buen clima dentro de la discrepancia no se ha visto en el nuevo encuentro entre Rajoy y Mas. Los gestos iniciales no auguraban nada bueno – el saludo frío, rueda de prensa en Blanquerna en lugar de Moncloa, explicaciones de Sánchez Camacho en lugar de un miembro del gobierno- y el tono amenazante de Artur Mas con esa advertencia de que el proceso de consulta entraba en una nueva fase pero no iba a decir en cual, daban idea ya de que el desencuentro iba a ser sonado. Se trata de personas educadas y la sangre no llegó al río, pero no se ha avanzado en nada.

El que sale perdiendo es Artur Mas, que necesitaba algo que ofrecer a unos catalanes hartos de ser un problema para el resto de los españoles y empiezan a pensar que el problema lo pueden tener ellos como no se enderece la situación. Encima las fechorías de la familia Pujol les ha dejado a los nacionalistas sin su principal referente político.

No era el mejor momento de la vida de Artur Mas para salir de Moncloa con las manos vacías.

Pilar Cernuda

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