martes, noviembre 26, 2024
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Insecticidas en frutas, verduras y miel. ¿Daña a los humanos lo que afecta a los insectos?

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Los enanos parecen crecerles a las empresas que, como la multinacional Bayer, entre otras, comercializan insecticidas neonicotinoides. Los insecticidas más usados del mundo.

Por si fuese poco el que estén en el ojo del huracán por los informes científicos que les culpan de graves efectos sobre las poblaciones de abejas y otros muchos seres vivos en la Naturaleza,  a escala planetaria, un nuevo estudio de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard, en los Estados Unidos, amenaza ahora con contribuir a que se abra aún más un nuevo frente, hasta ahora incipiente: el de los posibles efectos sobre la especie humana.

Según el estudio, la mayor parte de las frutas y verduras convencionales (no ecológicas) analizadas tienen presencia de estos polémicos productos químicos sintéticos. Pero el estudio va más allá de documentar ése hecho , que muestra lo amplia que puede ser la exposición humana a estas sustancias, y abre serios interrogantes que tienen que ver con sus posibles consecuencias sobre la salud de las personas.

A la vista de sus resultados, los investigadores consideran urgente que se investiguen más en profundidad los posibles efectos de estos productos químicos sobre la salud (ya que , pese a ser los insecticidas más usados del planeta, estos se han estudiado relativamente poco).

 Dicen que «a la luz de los nuevos datos existentes sobre efectos toxicológicos en mamíferos, los resultados refuerzan la importancia de evaluar la ingesta de neonicotinoides a través de la alimentación y los efectos potenciales para la salud humana».

Parte de los venenos puedan perdurar en los productos cuando estos son puestos a la venta

Según se señala, además, con este tipo de insecticidas el limpiar bien  las frutas o las verduras es muchísimo menos útil, realmente nada, para eliminarlos. Simplemente porque estamos ante insecticidas sistémicos, es decir, que muchas veces se aplican a las semillas de las plantas de cultivo de modo que estas, al crecer, los absorben por sus raíces y se reparten por el interior de toda la planta. Si se aplican al exterior de la planta también penetra y extiende por su interior. Los cultivos se convierten así en venenosos para las posibles plagas. ésas cualidades contribuirían a que parte de los venenos puedan perdurar en los productos cuando estos son puestos a la venta.

 Los investigadores adquirieron fresas, manzanas, pimientos, naranjas, sandias, melones, calabazas, calabacines, aceitunas, espinacas, patatas, berenjenas, pepinos… en  supermercados y, tras analizarlas, vieron que «todas las muestras de frutas y vegetales (excepto las de nectarina y tomate) dieron positivo para al menos un neonicotinoide»    . Por otro lado el 72% de las muestras de frutas y  el 45% de las verduras  contenían al menos dos neonicotinoides diferentes en una sola muestra, siendo el imidacloprid el insecticida que tenía la más alta tasa de detección entre todas las muestras.

Los autores del estudio, publicado en la revista Journal of Agricultural and Food Chemistry, analizaron también muestras de miel detectando en ellas residuos de cinco neonicotinoides (acetamiprid, clothianidin, imidacloprid, nitenpyram, thiamethoxam) con el imidacloprid en cabeza al ser detectado en el 90% de las muestras. También  se analizaron muestras de polen (de Massachusetts y Nueva Zelanda). El resultado fue que «todas las muestras de polen de Nueva Zelanda y 5 de las 7 de Massachusetts dieron positivo en imidacloprid». Este insecticida fue detectado en total en el 77% de las muestras.

Estos resultados muestran, dicen los investigadores, la prevalencia de la presencia de niveles de residuos de neonicotinoides en frutas , verduras  y miel que están disponibles  en el mercado para el consumo humano y en el medio ambiente en el que se alimentan las abejas.

Piensan haber conseguido con ello una evaluación de la exposición potencial a través de la dieta  que podría ayudar al desarrollo de futuros estudios epidemiológicos que pudieran servir para establecer asociaciones entre ésa exposición y posibles efectos sobre la salud humana.

El imidacloprid fue el neonicotinoide que se detectó con más frecuencia en las muestras de frutas y verduras 

Aunque no es la primera vez que se detectan residuos de estos pesticidas en alimentos, nunca, según los autores del nuevo estudio, se habían obtenido datos tan amplios sobre el alcance de la presencia de neonicotinoides en productos de consumo. Señalan que, aunque el Departamento de Agricultura de Estados Unidos publica informes anuales, estos son muy limitados. Normalmente se cubre con ellos menos de 15 frutas y verduras, y además, se usan  métodos de detección de estas sustancias que son menos sensibles. Aun así el imidacloprid, el insecticida más usado en el mundo, habría sido detectado en el 81% de los pimientos dulces y brócolis y en el 53% de las uvas.  Por otro lado, algunos estudios científicos realizados sobre el tema, habían aportado datos, pero también muy limitados. Por ejemplo, sobre la detección de algún neonicotinoide concreto (como el imidacloprid), o a lo sumo de varios, pero nunca con el alcance de este trabajo que, como reseñan los científicos de Harvard, mide simultáneamente 8 neonicotinoides en frutas, verduras, miel y polen. Los pesticidas analizados serían: acetamiprid, clothianidin, dinotefuran, flonicamid, imidacloprid, nitenpyram, thiacloprid y thiamethoxam.

El resultado, ya comentado, de que todas las muestras de frutas y verduras diesen positivo para al menos un neonicotinoide (con la excepción de nectarinas y tomates) es llamativo. Cinco neonicotinoides (clothianidin, dinotefuran, flonicamid, imidacloprid,thiamethoxam) fueron detectados, por encima del límite de cuantificación, en frutas y vegetales. Sin embargo, acetamiprid y thiacloprid solo lo fueron en frutas. El único neonicotinoide no detectado ni en frutas ni en verduras fue el nitenpyram.

El imidacloprid -insecticida «estrella» de Bayer- fue el neonicotinoide que se detectó con más frecuencia en las muestras de frutas y verduras (en un 70% de ellas) y normalmente a concentraciones apreciables (por ejemplo, en un pimiento verde a 7.2 ng/g)

Uno de los datos más interesantes era que era muy frecuente que en una sola muestra concreta hubiese residuos de varios neonicotinoides a la vez. Eso pasaba, como ya se dijo, con el 45% de las verduras y el 72% de las muestras de frutas, siendo las manzanas las que se llevaban la palma (los científicos aluden al amplio uso de pesticidas como el imidacloprid, clothianidin, acetamiprid, flonicamid, y thiacloprid  en los manzanales).

Un factor que preocupa a los científicos es que la vida media de la mayoría de los neonicotinoides en un suelo oxigenado puede oscilar entre meses y años y ello puede hacer que , tras repetidas aplicaciones puedan ser persistentes en el medio durante mucho tiempo. Ello implicaría, comentan, que «la persistencia de los neonicotinoides en el suelo, podría crear un reservorio de residuos que las plantas podrían ir incorporando por mucho tiempo, contaminando los cultivos»

Finalmente, los científicos de Harvard apuntan que aunque todos los niveles de neonicotinoides encontrados están por debajo de de los niveles máximos de residuo (MRLs), o tolerancias, establecidas por la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos (EPA), la determinación de ésas tolerancias se basa en estudios sobre animales expuestos a niveles de toxicidad aguda o crónica y  «no se tiene suficientemente en cuenta la protección de la salud humana frente a exposiciones a largo plazo y a bajas dosis». Por ello, y teniendo en cuenta lo generalizado de la exposición a estas sustancias y los nuevos datos conocidos sobre efectos tóxicos en mamíferos, creen importante que se lleven a cabo estudios epidemiológicos para evaluar la posible relación entre la ingesta de estos contaminantes y posibles efectos en humanos.

Los neonicotinoides son capaces de afectar a unos importantes receptores de ese neurotransmisor 

Los investigadores señalan que hay estudios que muestran que el  imidacloprid, por ejemplo, podría absorberse en el tracto intestinal. Y que se ha visto en experimentos de laboratorio que tanto este insecticida como el acetamiprid podría causar efectos sobre las neuronas en desarrollo. Conviene recordar, por ejemplo,  que a finales de 2013, la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) emitió una nota en la que comentaba que existían algunos datos que sugerían que neonicotinoides como el acetamiprid y el imidacloprid podrian afectar al desarrollo del sistema nervioso humano.

El equipo de Harvard, resume en su estudio algunos de los datos experimentales que hacen que pueda existir cierta preocupación. Fundamentalmente, sobre la perturbación que los neonicotinoides podrían causar en el correcto funcionamiento de elementos clave del sistema nervioso central como es la acetilcolina, un neurotransmisor. Esto es, una sustancia química que media en la transmisión de impulsos nerviosos entre las neuronas, liberándose desde la sinapsis de una neurona hacia los receptores de la neurona siguiente.

Según apuntan los científicos estadounidenses, existe un creciente número de estudios que muestran que los neonicotinoides son capaces de afectar a unos importantes receptores de ese neurotransmisor: los receptores nicotínicos de la acetilcolina ( nAChRs) en mamíferos. Hacen un repaso sobre algunas de ésas investigaciones y recuerdan el importante papel de estos receptores en funciones cerebrales como las cognitivas, la memoria y la conducta, y como hay una fuerte evidencia de que una alteración de estos receptores puede asociarse a trastornos del sistema nervioso central como el Alhzeimer, el Parkinson, la esquizofrenia o la depresión. Recordando también la importancia de ésos receptores durante la formación del cerebro, antes y después del nacimiento, por su papel en la proliferación neuronal, la apoptosis, la migración, la diferenciación, la formación de sinapsis y la formación de los circuitos neuronales. Por todo ello juzgan muy importante determinar con claridad si los neonicotinoides podrían representar un riesgo potencial para los seres humanos.  

 

EL ESTUDIO ES:

Quantitative Analysis of Neonicotinoid Insecticide Residues in Foods: Implication for Dietary Exposures. Mei Chen , Lin Tao, John McLean, and Chensheng Lu . J. Agric. Food Chem., 2014, 62 (26), pp 6082–6090  http://www.boerenlandvogels.nl/sites/default/files/Chen_ea_2014_dietary_exposure.pdf

Carlos de Prada

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