Casi todas las semanas el mundo amanece sentado sobre un barril de pólvora, al que rodean gente que no ha dejado de fumar. Pueden parecer conflictos lejanos, pero un día un señor mete unos soldados en Ucrania y, a las dos semanas, un agricultor de Catalayud no sabe qué va a hacer con sus melocotones. Nuestra vida misma, sin circunstancias exógenas, pende de un hilo invisible del que se puede descolgar cualquier rato un oncogén y arruinar nuestra existencia, acortárnosla o llenarla de dificultades y dolor. Asimismo, miles de personas, en todo el mundo, investigan, sin ninguna ambición económica, para tratar de conocer el comportamniento de esos oncogenes y neutralizarlos.
La vida es algo diverso, emocionador, peligroso y apasionante. Pero no transcurre jornada sin que aparezca el nacionalista -«eres más aburrido que un nacionalista», dice un amigo mío- hablando de su cosa, de su endogámica cosa, de su obsesiva cosa.
Decía Tomás de Aquino que era de temer el hombre de un sólo libro. ¡Ojalá los nacionalistas fueran de un solo libro! El problema es que son de una sola página, una página que unos días es la hoja de ruta y, otros, la hoja de parra para tapar las vergüenzas de la corrupción.
Debe ser bastante penoso levantarse por la mañana, y antes de observar el día y despertar a los niños, tener que empezar a sufrir por la independencia que no llega, mientras el agua de la ducha termina por espabilarte y, entonces, más sufrimiento. Tampoco debe ser flojo tener que hablar todo el día de lo mismo. Me imagino que van a comprar el pan y pregunta el panadero: «¿Qué tal va la independencia, don Sergi?». Y don Sergi, apesadumbrado por la tremenda responsabilidad, tomando la barra de pan, dirá con paciente humildad: «Ahí, estamos. En la lucha».
A la mayoría de los españoles los nacionalistas nos parecen unos tipos monótonos y aburridos, observándose todo el día el obligo nacionalista, pero empiezo a tener compasión ellos. ¡Qué vida más estrecha y pequeña! A fuerza de querer engrandecer la patria chica se vuelven patriotas enanos. Lo único positivo es que todavía ser nacionalista no es obligatorio…. Al menos, hasta que tengan el poder.
Luis del Val