miércoles, octubre 2, 2024
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El problema no es Montoro

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No es nueva la mirada distraída frente al discurso nacionalista por evitar males mayores. Por no alimentar ese discurso, se suele decir. Por no dar argumentos al adversario. El avance del nacionalismo catalán hasta los confines del segregacionismo, ha vivido de esa mirada distraída que muchos analistas le hemos dedicado todos estos años, mientras la causa de la Cataluña rica y plena ganaba terreno en los ámbitos educativos, mediáticos, políticos, etc. al grito de «España nos roba» y otras falacias que dejábamos pasar por no echar leña al fuego del separatismo. Los resultados que están a la vista de todos.

Ha vuelto a ocurrir tras el paso del ministro de Hacienda por el Congreso para informar de la situación fiscal de Jordi Pujol y su clan familiar. Los conductores de los informativos del día ya empezaban presentando la información repartiendo el juego de la noticia entre Montoro y Pujol. O centrándola en Montoro, lo cual ya era empezar levantando acta de que el protagonista no había sido Pujol, por corrupto y mentiroso, sino Montoro, por confundir su tarea de ministro con la de un fiscal anticorrupción que, en vez de instruir, acusa al ex honorable de haber cometido posiblemente varios delitos.

¿Hubiera sido tan duro con los «cientos de pujoles» que hay en el PP? Bárcenas, el más mencionado. Hay dos diferencias notables. Una, Bárcenas ya lleva una buena temporada en la cárcel, solo con carácter provisional. Y otra, fundamental, que Bárcenas no es un caudillo, un patriota, el santo padre de una ideología que se dedica a arrastrar a la gente en pos de una idea política. El extesorero es un chorizo sin causa, un pícaro sin coartada épica que le transcienda. Así que la comparación con Bárcenas, con Matas, con Fabra, no me parece bien traída. El impacto del uno en la causa del nacionalismo catalán no es comparable al del otro en la causa del PP.

Cuando decimos, con toda lógica del mundo, que la herencia política contamina al heredero político, estamos reventado la tesis de que el problema es de Pujol como individuo, o como clan familiar,  no de Artur Mas ni de CDC, ni del nacionalismo, ni del proyecto soberanista. Por supuesto que el escándalo se puede llevar por delante la carrera política de Mas, que en realidad le estaba calentando la silla a Oriol Pujol y se da la circunstancia de que su fallecido padre fue administrador de los bienes de los Pujol. Ya me dirán ustedes si no hay razones suficientes para afirmar que la causa del soberanismo, al menos en la versión liderada por Artur Mas, ha quedado inevitablemente impregnada del tufo a corrupción. Lo diga Montoro o su porquero.

 Por tanto, acierta Albert Rivera (Ciudadanos) cuando dice que el caso Pujol ya es el caso CDC. Porque el problema no es solo Pujol y  familia, sino todo lo que cuelga de ahí desde el punto de vista político. Y acierta el ministro de Hacienda cuando dice en sede parlamentaria que la herencia de Pujol contamina a sus herederos políticos.

Antonio Casado

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