Pocas veces una manifestación anunciada tuvo pendiente a tanta gente. Unos, para demostrar que, pese a la impostura delictiva que delata el 'caso Pujol', el apoyo a la causa independentista no ha decrecido y otros, para ver si el suflé se deshincha. El caso es que estamos en vísperas de la 'Diada' del 11 de septiembre y el plan secesionista liderado por el presidente de la Generalitat alcanza velocidad de crucero buscando la confrontación con los poderes del Estado.
A sabiendas de que es ilegal, Artur Mas mantiene la fecha del 9 de noviembre para celebrar una consulta preguntando a los ciudadanos de Cataluña si quieren seguir formando parte de España. En esta pugna que los partidarios de la secesión plantean con acritud buscando a diario hacer perder los nervios al contrario, hasta la fecha, el Gobierno mantiene la calma. Eso sí, Mariano Rajoy les ha recordado las generales de la ley. Lo que se traduce en que no habrá referéndum a tenor de lo establecido en la Constitución.
Caso de que el Parlamento de Cataluña aprobara una «ley de consultas» que facultara al president Mas a convocarla, el Gobierno, ante la presunción más que fundada de estar ante un fraude de ley, la llevaría al Tribunal Constitucional y si(como parece lógico) es admitida a trámite, quedaría suspendida en el acto a la espera de un fallo que el tribunal debería dar a conocer antes de seis meses. Si Mas no acatara la decisión del TC, la Constitución también faculta al Gobierno –con la aprobación por mayoría absoluta del Senado– para obligar a Artur Mas y al resto de autoridades autonómicas catalanas al cumplimiento forzoso de sus obligaciones constitucionales. Dependiendo del mayor o menor gentío que acuda la manifestación de la 'Diada', la fecha señalada para celebrar la consulta (9/11/14) se desdibujará o, por el contrario, cobrará fuerza.
Pese a todo, el problema de fondo no estará resuelto hasta el día en el que la mayoría de los ciudadanos catalanes no lleguen a la conclusión de que durante años han estado siendo manipulados por un puñado de dirigentes políticos que, apelando al sentimiento de pertenencia (Rilke decía que la patria es la infancia. La lengua, el paisaje, etc), han aprovechado para hacerse ricos mientras acusaban a otros de robar. Y no me refiero únicamente a Jordi Pujol, desacreditado patriarca del secesionismo incurso en indagatoria judicial bajo evidencias de fraude fiscal continuado.
Fermín Bocos