El Madrid se había sacudido el plumaje días antes, en la goleada europea, así que la palabra crisis tan querida en las portadas de los periódicos no acababa de asomar. El relato de la previa siempre se vuelve hacia el mismo lugar cuando el Real juega contra el Deportivo. Aquellos tiempos felices en los que el conjunto blanco sufría y perdía, atormentado por un equipo hecho para la nostalgia. Guti y su tacón divino, que se paseó por las televisiones explicando el truco de magia. El porqué de la desaparición de las peñas madridistas en La Coruña. Y la posibilidad de que el Madrid pierda y la situación se vuelva insostenible.
Desde el despegue lleno de luz y color de la España autonómica, la felicidad del Madrid se convirtió en el arma del opresor. El que la situación se volviera insostenible era entendido de forma tácita, como la revancha de la periferia. La revancha simbólica claro, porque las copas de Europa siguieron cayendo del lado merengue. De repente un día todo se nubló. Los derechos televisivos rompieron el frágil ecosistema del fútbol español (cual si fueran los cangrejos americanos comiéndose a la especie autóctona), y el Madrid comenzó su despegue hacia otros mundos. Con abnegación, cariño y sacrificio, el Depor y el Valencia consiguieron seguir la estela del hermano mayor; pero llegó la crisis y junto a ella la injusticia del nuevo reparto. Todo se fue al garete y a partir de entonces la liga es un simulacro. Esa es la historia oficial, contada a medias como todo en el fútbol para que las preguntas que hagan los niños no dañen la fábula. El Superdepor. Una construcción sentimental en la que con el dinero de las cajas de ahorros, se traían brasileños tristes que apuntalaban una nueva identidad gallega. Aunque en la Galicia íntima, el Madrid seguía siendo el buque fundamental para navegar los prados.
El paisaje del encuentro fue ambiguo los primeros 30 minutos. El deportivo se desplegaba con elegancia, como si no tuviera miedo alguno -es un equipo de víctor fernández-, y la pradera parecía amplia, amable; un regalo para la BBC. Los centrales madridistas se anticipaban con frecuencia a los delanteros rivales y la presión parecía funcionar. Aún así, el territorio blanco seguía surcado de canales por los que los jugadores del Depor andaban dando vueltas a la espera de que se soldase una jugada. A veces, en estos casos en los que los rivales del Real parecen tan dulces, tan sumisos, y a la vez con ganas de jugar y hacerle cosquillas al dinosaurio, da la impresión de que todo es un teatrillo pactado en los pasillos de la federación. Oye mira, necesitamos que la afición disfrute un rato. ¿Cuánto? La primera parte. No, Cristiano no aguanta ese tiempo sin marcar y el madridismo se desespera rápido. ¿Media hora? Venga, hecho. Y con un apretón de manos se sella el trato.
La puerta que permanecía abierta era la de Marcelo, que anduvo como espantado en defensa y se activó hasta el límite en ataque. Es necesario Marcelo porque ejerce de interior como si en su caso fuera una función pública. James, el oficial, anda de aquí para allá, sin tropezarse apenas con los dueños del ataque, que en esta nueva versión están siempre en tránsito hacia alguna parte. Modric y Kroos, los otros dos centrocampistas, están atados a una idea más que a un lugar. Son los que ordenan. Son los que pausan. Son los que dirigen, y son los que recuperan. Luego llega James y la roba en la periferia, inicia la jugada y todos asienten, pero en principio los europeos están llamados a ser los dos cerebros de este Madrid. Esa movilidad de todas las piezas se cobra a veces la víctima del espacio a la espalda del mediocentro. Un espacio que para los analistas tácticos es casi un lugar de peregrinación. Hoy no fue un problema, porque el Depor no tiene a ese centrocampista que hace daño donde debe y precipita esos pequeños apocalipsis que son las transiciones contra este Real.
Cristiano ha aprendido que cuando no le llega el físico tiene que dominar en zonas interiores; o quizás son órdenes de la superioridad. El caso es que había pasado un rato en el que la maquinaria del Madrid andaba bien organizada pero arrítmica, sin acabar de encajar unos movimientos sobre otros, o quizás sin la perfidia necesaria para atravesar a un equipo tan dulce, hasta que Arbeloa centró obvio un balón hacia la melé del área. Le llegó sin fuerza a Ronaldo, que conectó un cabezazo fantasioso cuando bajaba del vuelo. La pelota entró hacia atrás en la portería en un gol que pocas veces se ha visto. Ya no hubo vuelta atrás para el partido. Allá iba Karim, a todas partes, dejándose caer en banda, acelerando o pausando en la media punta, dándose a todos sin pedir nada a cambio. Una jugada suya por la izquierda y contempla como James gana la frontal. Lo ve, le pasa el balón y el colombiano respira junto a la jugada y la pone en el punto a donde le llevaba la mirada: la escuadra del portero. Son esos momentos de felicidad criminal del Madrid, en el que las ocasiones surgen desde cualquier lugar y a diferentes velocidades. Pero sin respiro para el oponente. Una recuperación de Marcelo y un pase por el interior del campo después, y Karim sortea al portero rival que oyó voces y salió fuera de su área. Le llega el balón a Cristiano y marca a puerta vacía, encogiéndose de hombros. Ese chico no iba a desperdiciar una oportunidad por fea que fuese.
En la segunda parte el Madrid sufrió su tradicional desplome otoñal. Cayó un gol y Casillas comenzó a manotear al aire buscando gamusinos. El partido entró en territorio Marcelo, al que le dura el orden lo que a los niños la autoridad. Anchelotti anduvo rápido y puso a Illarra, un mediocentro auténtico que salió con el libreto de su posición bien aprendido. Ancló al Madrid y convirtió el centro del campo en un eje de fácil manejo. Illarra o el esplendor tozudo de la clase media, fue suficiente para espantar cualquier mal aire que se hubiera depositado sobre el césped. Así formó el Madrid con un 442 y arrejuntado volvió el control. Fueron cayendo las ocasiones con una facilidad que un obervador imparcial definiría de pasmosa. A Bale nadie lo había notado con ese sigilo suyo, falsa candidez. Es transversal a pesar de lo que digan. Por la izquierda es un caudal, y por la derecha una amenaza de 60 metros. Enganchó un balón interior de Marcelo, que se olvidó de su comba estúpida -construida contra el miedo a que le cojan la espalda. Da igual, se la cogen. De México a los Incas, todo es espalda de Marcelo- y la remachó en silencio a portería, un poco rozada, para que no se nos olvide que es humano.
Saltó Isco por Modric, al que todavía le faltan unas décimas de elasticidad para volver a ser inmortal, y a partir de ahí, cada jugada tuvo el gol detrás. Cosas de este Madrid tan pronto lascivo y perezoso, y otras cosiendo en armonía pequeños prodigios que parecen banales en su facilidad. Un Real salido de la imaginación de Florentino, con tres media puntas jugando al escondite, un delantero que llena de vaho los cristales y dos asesinos que rompen los espejos. Todos desparramados por el ataque siguiendo un orden natural, o eso parece en los mejores momentos. Así Alarcón, sin más alardes, maniobra en la zona de los grandes -el pico izquierdo del área- y vuelve a regalarle un balón al Galés que lo eleva sobre el portero de forma transparente. Así James intercepta y Cristiano sacude la estructura con un trallazo. Y cuando la tarde huía de Riazor, Chicharito recordó al mundo que todavía existe, con un disparo tremendo desde lejos, que desmiente a los que dijeron que el Madrid compraba a un señorito del área. Hubo un gol más, pero los aparatos de esta época no permiten contabilizarlo y se tuvo que anotar a mano.
Deportivo, 2 – R. Madrid, 8
Deportivo: Lux; Laure, Sidnei, Diakité, Luisinho; Álex Bergantiños, Medunjanin; Juanfran (Juan Domínguez, m. 45), Fariña (Toché, m. 73), Cuenca; y Hélder Postiga (Cavaleiro, m. 45). No utilizados: Fabricio, M. Pablo, Canella y Toché
Real Madrid: Casillas; Arbeloa, Varane, Sergio Ramos, Marcelo; Modric (Isco, m. 70), Kroos, James; Bale (Chicharito, m. 76), Benzema (Illarra, n. 59) y Cristiano Ronaldo. No utilizados: Keylor Navas, Nacho, Carvajal y Coentrao.
Árbitro: Pérez Montero. Amonestó a Sidnei y Sergio Ramos
Goles: 0-1. m. 29. Cristiano Ronaldo; 0-2, m. 35, James; 0-3, m. 40, Cristiano Ronaldo; 1-3, m. 50, Medunjanin, de penalti; 1-4, m. 65, Bale; 1-5, m. 75, Bale; 1-6, m. 77, Cristiano Ronaldo; 2-6, m. 83, Toché; 2-7, m. 87, Chicharito; 2-8, m. 90, Chicharito
Riazor. Unos 30.000 espectadores
Ángel del Riego