miércoles, noviembre 27, 2024
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Apuesta por la convivencia

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Los escoceses han votado de forma masiva y no han dejado lugar a duda: han dicho claramente no. No a una Escocia independiente del Reino Unido, no a la quiebra de la convivencia, no a la ruptura con el pasado, el presente y el futuro compartidos. Pero también no al inmovilismo, a permanecer quietos, a dejar todo como está, porque el crecimiento del sentimiento y la ambición independentistas no se explican sin el malestar y la insatisfacción con el statu quo: que queramos vivir bajo el mismo techo no significa que no haya que hacer reformas en la casa para amoldarla al gusto de todos.

Que no queramos vivir en el mismo techo no significa que no haya que hacer reformas

Resulta curioso cómo en el referéndum escocés ha triunfado la única opción que no se reflejaba en la papeleta de votación: la de la reforma de la estructura del estado para descentralizar el poder, ceder competencias y capacidad de decisión, ampliar el autogobierno regional frente al poder central. A Londres no le queda más remedio ahora que avanzar por el camino del autonomismo, o de la reforma federal del Estado, algo que no estaba encima de la mesa y que el propio Cameron se negó a incluir como opción en el referéndum, hasta que no le quedó más remedio que comprometerlo cuando vio que Escocia se escoraba hacia la ruptura. Por tanto, avanzar por la tercera vía que es, siempre, la vía de encuentro que garantiza el respeto y la convivencia.

Desde mi punto de vista, esa es la principal lección que nos deja el proceso vivido en Escocia: frente a la confrontación, nuevas vías para la convivencia.

La segunda tiene que ver con el exquisito respeto a la legalidad democrática. No hay democracia sin respeto a la ley, sin cumplimiento de las normas del Estado de Derecho, también, incluso sobre todo, para cambiarlas. Algo que no todos acaban de entender en el bloque soberanista catalán. El último ejemplo lo tenemos en lo sucedido hace unos días con la aprobación de la llamada ley de consultas: mientras Escocia avanzaba hacia las urnas por el camino de la legalidad vigente, la Generalitat trataba de hacerlo por el camino de su vulneración. Y eso sólo tiene un nombre: fraude de ley.

A través de esa componenda normativa, el Govern y el bloque soberanista pretende dar cobertura legal a una ilegalidad múltiple: un referéndum para el que no tiene competencias sobre una materia que excede su ámbito competencial.

El Govern y el bloque soberanista pretende dar cobertura legal a una ilegalidad múltiple

Y todo para posibilitar una votación que, además, viola el principio de igualdad de todos los ciudadanos de Cataluña ante la ley: ¿por qué puede votar un catalán residente en Francia y no un catalán residente en Aragón? ¿Por qué en este caso pueden votar los mayores de 16 años y en otros, sólo los mayores de 18? ¿Por qué unos catalanes, los que voten a favor del Estado propio, tienen la opción de decidir sobre un hipotético Estado independiente y los que voten en contra no tienen la posibilidad de decantarse por otras formas de convivencia?¿Qué seguridad jurídica ofrecería todo esto?

Como demuestra el caso escocés, reformar el marco de convivencia es algo demasiado serio para dejarlo al albur de decisiones arbitrarias y normas fraudulentas. El problema no es plantear la independencia de un territorio, sino tomarse a la ligera las normas que rigen nuestra convivencia y aseguran nuestras libertades democráticas.

Como ha dejado dicho el Tribunal Constitucional en su pronunciamiento sobre la declaración de soberanía del Parlamento de Cataluña, claro que se puede defender y promover un marco político diferente al actual siempre y cuando se haga de acuerdo a los procedimientos que marca la Constitución. Por tanto, lo exigible son leyes para diseñar un nuevo marco legal de convivencia, no leyes para vulnerar el vigente. Pero eso requiere sentarse a dialogar –como, por cierto, está reclamando el PSOE con su propuesta para una reforma federal de la Constitución– y parece que algunos están más cómodos confrontando.

Por mi parte, me alegro del resultado del referéndum escocés. Para quienes creemos en las identidades múltiples y no exclusivas ni excluyentes y para quienes defendemos el proyecto europeo y, por tanto, la integración en estructuras más amplias como la mejor manera de enfrentarnos a un mundo cada día más globalizado, el resultado de Escocia aporta estabilidad para seguir avanzando en la Unión. Pluralismo, convivencia, unión, tres principios que hay que reivindicar y defender cada día.

José Blanco

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