Dimite el ministro de Justicia y apenas dos días más tarde dimite el presidente de RTVE.
Supuestamente la dimisión de Alberto Ruíz Gallardón está relacionada con su empeño en sacar adelante la Ley del Aborto -oficialmente se llama de otra manera- que según él le había encargado Rajoy y fue aprobada por el Consejo de Ministros sin voces discrepantes. Supuestamente la dimisión de Leopoldo González Echenique está relacionada con la negativa de Cristóbal Montoro a darle un duro más para que pudiera mantener el proyecto que tenía diseñado para conseguir la supervivencia del Ente. Supuestamente. A poco que se arañe aparece que había gente del gobierno que estaba en desacuerdo con más decisiones de Gallardón y Echenique que las que sirvieron como motivo o como excusa para provocar su dimisión. Porque fueron dimisiones provocadas desde Moncloa, que a nadie quepa la menor duda, y así lo han contado los periodistas que saben qué se cuece en las alturas.
Con Gallardón desaparece de la escena política un hombre brillante
La vida política se ha visto convulsionada estos días por esos dos empujones a los que Rajoy dio el visto bueno. El primero lo protagonizó él mismo cuando se acercó a un grupo de periodistas que sabía que le iban a preguntar por el aborto y les anunció que se retiraba el proyecto. Declaración que al conocerla Gallardón le llevó a no esperar ni un minuto más para presentar la dimisión que ya había presentado al presidente, y que a petición de Rajoy pensaba retrasar hasta que Mas convocara la consulta independentista.
La dimisión de Echenique se escenificó como consecuencia del “no” rotundo de Montoro, pero hacía tiempo que en el gobierno se quejaban de los contenidos de la televisión pública, que no les gustaba un pelo. Y algunos episodios de los últimos días, aún menos.
Con Gallardón desaparece de la escena política un hombre brillante, al que se auguraba un destino grandioso y que sin embargo defraudó como ministro de Justicia. Anunció grandes proyectos pero solo aprobó la Ley de Tasas y la Ley del Consejo General del Poder Judicial, las dos con rechazo generalizado. Y encima lo del aborto, que fue la excusa para el empujón como ocurrió con Echenique y la financiación de RTVE. Pero en los dos casos corría ya mucha agua, y desde hacía tiempo, en el rio del descontento. Hay un dato significativo: cuando el Rey Juan Carlos comunicó a Rajoy su intención de abdicar unas semanas más tarde, el presidente no llamó al titular de Justicia para articular y preparar el proceso sucesorio, sino a Soraya Sáenz de Santamaría.
Hacía tiempo que en el gobierno se quejaban de los contenidos de la televisión pública
Artur Mas no se resigna a dejar de ser noticia diaria y ha estado toda la semana mareando la perdiz sin convocar oficialmente la consulta. Parece que finalmente lo hará el sábado, quizá porque quiere esperar a que la detención del pederasta deje de centrar la atención y llevarse así en solitario todos los titulares. En su derecho está a marcar los tiempos a conveniencia, pero que se ande con ojo, porque mientas mide esos tiempos a su alrededor se preparan operaciones políticas que suponen dinamitar CiU en su actual estructura.
Mas quiere una lista conjunta con Junqueras, Durán no quiere ni ver en pintura a ERC, gente de Convergencia se acerca al PSC, y gente de ERC y de Mas se acercan a los disidentes independentistas del PSC… A Mas le rodea todo un mundo en efervescencia.
Y hablando de la abdicación del Rey Juan Carlos, a destacar el viaje del Rey Felipe a Nueva York. Amigos de allá cuentan que ha triunfado en toda regla, que del nuevo rey español ha gustado todo. Todo. Su discurso en Naciones Unidas, su talante personal, su cercanía, el conocimiento profundo de las cuestiones internacionales e incluso su porte, su aspecto físico. Una buena noticia con la que compensar tantos sinsabores.
Pilar Cernuda