martes, noviembre 26, 2024
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El destape de Mª Teresa Campos

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La que se ha montado por una foto en la que aparece en bañador. Si Kiko la hubiera quitado el vestido como a María Lapiedra y la hubiera dejado en bragas (uno no la concibe en tanga como a la modelo) a estas horas ya habrían rodado más cabezas que en Siria. 

«Para mí es muy brutal verme en una portada en bañador a estas alturas de mi vida». Por mucho que nunca hasta la fecha hubiera sido fotografiada de esta guisa, resulta cuando menos que inconcebible que la veterana presentadora mostrara su profundo malestar por la instantánea en 'Sálvame'. 

¿Tan horrible era el bañador? ¿Tanta carne o celulitis mostraba? ¿Dejaba entrever no ir depilada? ¿Daban ganas de irse al baño a vomitar al verla? No, no, no y no. El bañador era majo, la espalda era la parte de su anatomía que más estaba al aire, y hasta uno se sentía feliz al ver a una mujer que ha sufrido tanto en los últimos tiempos mostrándose en la imagen ser a su vez enormemente feliz. 

Tampoco es concebible que los colaboradores del programa de Telecinco, tan pelotas cuando quieren con sus compañeros de profesión, le expresaran a la Campos que los medios jamás le harían daño mostrando una foto que le pudiera incomodar o faltar el respeto, ni que la hija de la «ofendida», Terelu, sentenciara indignada que «para eso no se pone la foto y ya verás tú como no hacen daño. Y ya está».

Por supuesto. Si lo ha dicho Terelu, como si lo hubiera dicho el presidente del Supremo. Nada más que decir. Punto en boca y todo el mundo a pedir perdón a su madre y a retirarle el permiso de trabajo al «indigno» fotógrafo que se ha atrevido a pillar a su madre en tan comprometida situación, y a cerrar la revista que se ha atrevido a publicar tamaño despropósito ('Love').

La verdad es que cuando uno leyó en los medios que se habían retirado unas fotografías «comprometedoras» de María Teresa y Bigote, una se imaginó lo peor. Peor que lo que están ustedes pensando ahora mismo, mucho peor. De vómito, de verdad.

Si todo se limitaba a esa instantánea, en la que no ya no se ve nada, sino que ni siquiera se insinua (ésto incluso suele ser a veces mucho mejor que lo primero), uno empieza a pensar que en esta profesión hay más andaluces de lo que creíamos, por aquello del don de la exageración

Ahora, si con ello ya tenemos para que la madre y la hija se paseen por unos platós de televisión y que millones de telespectadores las vean para regocijo de la cadena que las paga, pues entonces bienvenido sea todo. ¡Que el espectáculo continúe!.

La mosca

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