jueves, noviembre 14, 2024
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De fronteras, identidades y banderas

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La frontera entre Portugal y España, la Raya, es un contorno tan artificial como el que separaría Cataluña, si llegase el caso. El Miño y parte del Guadiana, son las ‘grandes’ barreras, el resto es campo o sierras, nunca infranqueables. Portugal se independizó, tras guerras y conflictos con Castilla, en 1179, fecha del reconocimiento por el Papa. Los reyes, a través de pactos y matrimonios siempre intentaron reunir los dos países, pero no cuajó. Hacia el año mil hablábamos casi la misma lengua, que se fue diferenciando con la separación y el paso de los siglos. Aún hoy, los portugueses entendemos y hablamos en general el castellano, cosa que los españoles no. Y no es habilidad fonética, es que ponemos más interés en las cosas de España que la recíproca. En fin, que parece que la separación peninsular es fruto más de la geopolítica que de la naturaleza de las gentes.

Subsistimos durante siglos gracias a la Alianza Inglesa, que hizo de nuestro país una especie de anexo o protectorado. Napoleón era consciente de que controlando Portugal –e indirectamente la inmensa colonia de Brasil- tendría a Inglaterra cogida por el cuello; en 1801 Francia engatusó a Godoy a ver si se hacía con Lusitania, nombrándole Príncipe de los Algarves y tonterías así. Pero de entonces data la ocupación de Olivenza, cerca de Badajoz, que Portugal sigue sin reconocer en la Comisión de Límites.

Lo curioso es que hoy, quizá un diez por ciento de los portugueses preferirían ser españoles, por pragmatismo, porque tendríamos más fuerza unidos en la Península que cada uno por su lado. Otro diez por ciento es acérrimo antiespañol, en el sentido de no ser dominados, pero nunca hispanófobos, lo que sí se da en un par de regiones españolas. Pero no hablemos de iberismo, porque federalistas catalanes y republicanos portugueses ya trataron de eso hace cien años sin ningún resultado conocido, salvo crispar a los castellanos.

Hemos sido siempre más patriotas que nacionalistas, es decir, más pasivos que invasivos. La basura romántica del nacionalismo no es cosa nuestra. Hasta nuestra ocupación colonial fue llevada a cabo por descubridores, no por conquistadores. En las manifestaciones proliferan las banderas portuguesas, el Partido Comunista usa los colores de Portugal en sus carteles. Esto sería impensable al otro lado de la Raya, donde los manifestantes enarbolan todo tipo de banderas regionales, muchas inventadas hace apenas tres décadas, pero jamás la española (que por pasividad y desafecto de la izquierda española parece patrimonio sobre todo de la derecha o de la extrema derecha).

Gracias a que llevamos siglos viviendo y mezclándonos con africanos, chinos e hindúes, amamos nuestro país pero apreciando diferentes culturas, sabores y disfrutando de gran creatividad.

Rui Vaz de Cunha

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