Aquí tienen ustedes un partido que ocurrió tal y como se lo contaron. El Madrid puso la pegada y el Villarreal el fútbol. Esta podría ser una aproximación a un titular estándar. Quizás el equipo blanco tuvo algo más que pegada, y fue aplomo y una estructura coherente; o incluso una cierta inteligencia rectora, que parecía ausente del equipo desde la deserción de Xabi. Quizás también los madridistas dejaron los rastros de su talento cuando el marcador lo demandó. Pero la superioridad del Villarreal en tramos largos de la primera parte fue algo más que una estética pinturera. Hubo media docena de llegadas al área de Casillas que tuvieron el hálito del gol, y las jugadas fueron tensas, rápidas y construídas conocienco las debilidades del entramado merengue. Esas son los laterales, tan volubles y románticos y la franja de Gaza de este equipo, un espacio intangible entre el último interior –no hay mediocentros, y eso parece definitivo- y el primer defensa, despoblada por la arritmia de modric y kroos una vez que no tienen un padre padrone. Andan por ahí, simplemente – pululan- y, eso los hace presas fáciles para las líneas que tiran los enemigos.
El Villarreal tiene una facilidad grande para entrometerse en el trenzado del juego madridista, pero romper la cadencia que antecede al gol no es garantía de éxito contra este Madrid. Sus caminos hacia la portería son infinitos y a veces, inescrutables. Para eso Gareth Bale y Karim Benzemá, deben estar en plena disposición de sus facultades mentales, y hoy estaban muy lejos de todo: especialmente el galés, cohibido por la huída de Cristiano hacia otra cima diferente desde donde reinar.
Tómese un momento cualquiera con Modric y Kroos a los mandos, y James como volante que le da el toque de gozo a la jugada y la convierta en irremediable. En la antesala del área, funciona el vaivén de la pelota que pasa por los medios madridistas, con el equipo amarillo muy tranquilo siguiendo el asunto con la mirada. Bale y Karim merodean (y eso ya es peligroso), pero no se decantan hacia ningún sitio. ¿Se acercan, se alejan? ¿La tocan, se espantan? Parece en ocasiones que partan de un no-lugar y lleguen más atrás de donde empezaron. Cristiano va irritándose y sus movimientos se exasperan con él. Arrastra marcas pero el resto del mecano está parado. No hay melodía. Sólo silencio después del desmarque y el balón se pierde por el desagüe. Ahí es donde aprendimos con Mou y Guardiola el concepto de segunda jugada, en el rebote, en la presión tras pérdida; en este Madrid se ponen todos a mirar por la ventana para saludar al trasantlántico que pasa en la lejanía. Ni Di María se enrosca como un perro loco en los pies del defensor, ni Xabi disecciona el film con dos movimientos de cadera, ni los demás se activan empujados por Ramos que les grita obscenidades desde la retaguardia. Los tres delanteros se evaden del plan general y cuando lo intentan suele ser de una forma desacompasada. Los tres de en medio se echan a los perros con demasiado campo alrededor (esa impresión fascinante de que el campo se ensancha en el círculo central) y los rivales, si saben triangular y tienen a un par de artistas de la pausa, se ponen en disposición de tirar una transición que haga sangre al Real. Los amarillos vienen de cara, en campo abierto con los centrales corriendo hacia atrás. En este paisaje, la fiabilidad de los laterales es fundamental porque suele haber igualdad numérica. Marcelo –una vez superado- se vuelve pintoresco, y tira de repertorio mágico apareciendo y desapareciendo por cualquier lado. Y Carvajal ha vuelto a su error fundamental: embestir contra el primer señuelo que se le ponga por delante. De esta forma, el Villarreal estuvo a un detalle del gol durante toda la primera parte.
Pero no fue suficiente. En el minuto 32, hubo la única jugada en la que el balón fue tomando peso después de una minuciosa cadena de pases. Sin amagues ni regates. Mandaba Kroos y eso significa exactitud y claridad. De repente, Modric estaba incrustado en la corona del área rodeado de contrarios. El balón le encontró y el croata disparó muy limpio al sitio donde no estaba el portero. Un gol hecho sin sangre ni retórica. Sencillo. Infantil.
Al partido se le abrió una herida y el Villarreal penetró por ella. Nada más peligroso contra el Madrid de Ronaldo. Hubo un córner y James atrapó el rebote. Miró largo y puso el balón más allá de las montañas, hacia donde corrieron Benzemá y un defensor. Karim la controló con la cabeza, y cuando la bajó a tierra, sin manos, ayudado por su cuerpo, llegó un rumor y era Cristiano que había olido la posibilidad del gol. El defensa se comió el amague y fue a dar al cuarto de los trastos. Karim paró lo suficiente para que la realidad se ordenase a su alrededor. Miró, y le endilgó a Cristiano un pase tenso y lleno de promesas. Ronaldo abrasó todo el carril central y la puso en la red de un golpe seco y raso del que tiene la patente. Bale estaba muy lejos, por detrás de donde ocurre el gol, y ahí quedó muy claro el poder de convocatoria que tiene el portugués. Se abre paso por los espacios del campo, como si esos salones fueran únicamente suyos. Bale los circunvala. No le queda otra opción.
El Villarreal necesitaba demasiados acontecimientos para que el partido se le pusiese de cara y el Madrid actuó con prudencia en la segunda parte. Selló los espacios entre líneas y se desvinculó de sus delanteros. Fue un ejercicio de autocontrol, el primero del año, que se saldó sin heridos y con el aburrimiento justo. Isco salió para reivindicarse un rato y el partido murió con las piezas ya muy desgastadas sobre el césped.
VILLARREAL, 0 – REAL MADRID, 2
Villarreal: Asenjo; Mario, Musacchio, Victor Ruiz, Gabriel; Cani, Manu Trigueros (Dos Santos, m. 67), Bruno, Moi Gómez (Espinosa, m. 60); Uche (Giovani, m. 64) y Vietto. No utilizados: Carlos (p), Rukavina, Pina y Moreno.
Real Madrid: Casillas; Carvajal, Varane, Sergio Ramos; Marcelo (Nacho, m. 75); Modric, Kroos, James (Illarramendi, m. 73); Bale, Benzema (Isco, m. 84) y Cristiano. No utilizados: Navas (p); Arbeloa, Aguza y Chicharito.
Goles: 0-1. M. 32. Modric. 0-2. M. 39. Cristiano.
Árbitro: Undiano Mallenco. Amonestó al visitante Sergio Ramos.
Estadio de El Madrigal. Unos 25.000 espectadores.
Ángel del Riego