«Veo aquí al líder de mi partido… pero ahora los españoles nos preguntamos quiénes somos y qué queremos hacer y no encuentro respuesta que me permita identificar qué se quiere hacer con España en los próximos diez o veinte años». Son palabras de Felipe González en la XXV asamblea plenaria de CEAL, ante un público numeroso entre el que se encontraba el actual secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, que escuchó esta reflexión poniendo cara de póker y pensando, seguramente, en la famosa frase de don Juan Carlos: «Por qué no te callas».
Pero aunque se hubiera callado el líder socialista de la transición, no hubiera cambiado la realidad; a muchos españoles nos pasa lo que a González, que no vemos en ninguna parte, tras ningún programa, en ningún partido un proyecto de país con el que identificarnos aunque sea un poco; de ilusionarnos, ni hablo.
Termina Zapatero, con muchísima más pena que gloria, y tras el interregno de Rubalcaba aparece un rostro nuevo, educado y atractivo que ofrece desde el primer día la solución a todos los problemas en la reforma de la Constitución que convierta al país en un estado federal. Bien. Y llevamos desde que Sánchez ocupa el cargo preguntándole una y otra vez en que consistiría exactamente ese cambio, cosas concretas, ejemplos que nos iluminen para ver cómo mejoraría una federación al actual estado autonómico. Y me cuesta decirlo pero las escasísimas respuestas que ha dado a esta pregunta el señor Sánchez han sido tan descorazonadoras como las ocurrencias de Zapatero. Personalmente le he escuchado poner dos ejemplos que cambiarían con el estado federal, ambos a Carlos Herrera: el impuesto de las herencias y el calendario de vacunaciones. Como yo lo oí y usted lo lee. Lo de los impuesto era un rejón directamente a Madrid y al PP y lo de las vacunaciones, ni idea. Sería una perversa maldad por mi parte preguntar si para armonizar las vacunas hace falta un estado federal, de forma que no lo voy a hacer. Pero empieza a preocupar -por lo que recuerda a las ocurrencias de Zapatero- que a bote pronto lo primero que le venga a la cabeza al secretario general del PSOE para explicar la necesidad de un estado federal sea una propuesta partidista y el calendario de las vacunaciones. Pero es que lo más llamativo de esas afirmaciones es que encierran una vuelta a un cierto centralismo que en algunas cosas -educación y sanidad- nunca se debió perder.
Y eso por lo que respecta a la España Federal. Porque Sánchez, no sé si antes o después de oír a González, dejó otras dos iniciativas que pondría en práctica si llega al Gobierno: la dedicación exclusiva de los diputados a su trabajo como representantes del pueblo y que no podrían cobrar ni por ir de tertulianos a la televisión -que está muy bien, aunque resultaría discutibles por otros motivos- y organizar funerales de estado con la presencia del Gobierno en las víctima del terrorismo de género. Y son estas cosas las que me descuadran. Naturalmente que resulta absolutamente repugnante la violencia machista, y cada vez que nos asalta la noticia de la muerte de una mujer a manos de su pareja, algo se nos remueve a todos en lo más íntimo. ¿Pero a qué vienen unos funerales de estado? Lo que hay que hacer es empeñarse hasta las cejas en que no haya funerales, pero ¿qué pinta el Gobierno monopolizando el dolor de nadie?
Quizás Sánchez vaya cambiando y necesite más tiempo para separar unas cosas y otras, pero lo cierto es que lo que hasta ahora sé del ideario de Pedro Sánchez es lo ya citado: revisar el impuesto de sucesiones, unificar el calendario de las vacunas, dedicación exclusiva de los diputados, quitar las puertas giratorias y que las víctimas de la violencia de género tengan funerales de estado. Pues vale. Pero todo parece -vuelve a parecer- una unión de retales, manojitos de intenciones y ocurrencias, que nadan tienen que ver con un proyecto serio de Gobierno. Ojalá no volvamos al pasado más reciente del PSOE, el del plan E y el cheque bebé. Hagamos las cosas con un cierto rigor y una visión generosa de futuro.
Andrés Aberasturi