miércoles, octubre 2, 2024
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Absurdo catalán (farsa trágica)

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Un líder independentista catalán cercano a Pujol viajó hace meses discretamente a Crimea, poco antes de ser anexionada por Putin. Merced a importantísimas influencias internacionales su avioneta privada aterrizó en el aeropuerto de Simferópol, capital de Crimea, habilitado entonces solo para vuelos procedentes de Moscú. Fue recibido por el Presidente del Parlamento regional de Crimea quien, por cortesía, llevaba puesta a modo de capa la “Estelada” y al cuello una bufanda blaugrana.

Fue trasladado al Parlamento regional en un convoy de blindados de un verde bélico, sin distintivos, tripulados por militares rusos, también sin distintivos en sus uniformes. Nadie hablaba catalán, por desconocimiento, o inglés, por antiimperialismo, por lo que el traductor sólo hablaba ruso y… ¡castellano! “¡Ya estamos acostumbrados a esto!”, masculló malhumorado el visitante a su secretaria.

Ya en el Parlamento puso al corriente a su Presidente acerca del deplorable estado en el que viven los catalanes, subyugados desde hace siglos por los castellanos. Luego se dirigió a los parlamentarios de Crimea en el propio hemiciclo. Nuestro visitante ensalzó la convocatoria del referéndum para separarse de Ucrania, sin mencionar la anexión a Rusia. El  diputado que le respondió le animó a considerar la posibilidad de hacerse invadir por tropas francesas sin identificar y completar las dos preguntas del referéndum catalán con una tercera proponiendo la incorporación a Francia, ignorando así la Historia de Cataluña que ya pasó, sin éxito, por este trance durante doce años en el siglo XVII.

Tras un almuerzo en el que los asistentes brindaron por Putin, «Salvador de los rusos de allende Rusia», y por Mas, “Héroe de la Unión Soviética”, perdón, “de la independencia catalana”,  el visitante se trasladó a la base naval rusa de Sebastopol. Un Almirante le dijo que podrían venderle, baratos, viejos acorazados para poder crear una armada catalana pidiendo, en contrapartida, la concesión de una base aeronaval para Rusia en Cataluña a fin de compensar la presencia militar norteamericana en Rota y Morón. Nuestro visitante solo dijo que ello se podría considerar más adelante.

Nuestro viajero se entrevistó asimismo con un magnate de nacionalidad extraña, adicto a inversiones turbias, quien le propuso convertir el puerto de Barcelona en un casino mundial libre de impuestos. Este empresario indicó también que había otra manera de obtener la secesión de Cataluña que el de recurrir a un referéndum divisivo. Tras señalar que una grandísima parte de los EEUU fue lisa y llanamente comprada (la Luisiana a Napoleón y Alaska a un Zar ruso) añadió que podría adelantar el dinero necesario para la compra de Cataluña a España a cambio de algunos pequeños favores. Señaló que España descartó, equivocadamente en su opinión, en el siglo XIX la posibilidad de vender Cuba y Puerto Rico a los EEUU, lo que le costó luego, añadió, la desastrosa derrota de la guerra de Cuba con los norteamericanos, en 1898, tras la que le desposeyeron de todos modos de las dos islas caribeñas además de Filipinas y Guam. “Más inteligente”, afirmó, “fue la venta a Alemania de las islas Carolinas y Marianas en 1899 por 25 millones de pesetas de entonces”.

Tras esta larga jornada el silencio reinó a la vuelta en la avioneta. Parecía que los  pocos pasajeros dormían. No era el caso de nuestro protagonista que como buen representante de la burguesía comercial y empresarial catalana le daba vueltas a lo dicho por el magnate. Antes de separarse, ya en Barcelona, de sus escasos acompañantes les dijo: «Lo de la compra parece una buena idea. ¡Y nos adelantan el dinero! Podría, incluso, ser un último cartucho”.

A esa hora tardía sonó un teléfono en un importante edificio madrileño, cercano a la Universidad Complutense. Quien descolgó el auricular escuchó la voz de un colaborador suyo: “Solo para decirte que ya está concertada para mañana tu conversación telefónica con Putin”. “¿Qué le vas a decir?”, inquirió el colaborador. “Nada. Solo preguntarle donde ha comprado esos uniformes sin distintivos”.

Pareció sonar otro teléfono, pero era un despertador que una mano silenció. “He soñado que alguien compraba Cataluña”  dijo el dueño de la mano a Montse, su pareja. “¿Quién? ¿Los Pujol?”, preguntó ella. “No recuerdo”, confesó él. “¡Tal como está ahora Cataluña nadie daría un duro por ella, y menos fuera de la Unión Europea!”, sentenció Montse con “seny” y sin haber visto las valoraciones negativas de agencias de calificación internacionales acerca de una eventual independencia catalana. Luego Montse empezó a leer los SMS publicados entre Moragas y Victoria Álvarez y pensó que el debate catalán competía con la telebasura. “¿Por qué no negocian una solución razonable?”, inquirió antes de levantarse para ir a trabajar. “Dicen que quizás después del 9N, si no hay consulta”, contestó lacónicamente su compañero. “¿Y si la hay?”, dijo Montse. “Esperemos que no cundan más despropósitos por parte de todos”, fue la respuesta.

Carlos Miranda

Embajador de España

Carlos Miranda

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