No han sido los últimos días de noticias felices para la economía. Las bolsas han vivido fuertes sacudidas, con subidas de las primas de riesgo incluidas. Las exportaciones se han anotado el peor dato en cinco años en nuestro sufrido país. Y la locomotora alemana avanza a toda máquina hacia la recesión y, con ella toda Europa, especialmente los países del sur, hacia una nueva montaña rusa de inestabilidad e incertidumbre.
A estas alturas, todos sabemos que al presidente del Gobierno le importuna todo aquello que suena a problema y rehúye hablar de las sombras de nuestra sociedad: de los trabajadores pobres, de los hiperprecarizados por el encadenamiento de contratos de horas o días, del agravamiento de la pobreza infantil, de los cientos de miles de parados de larga duración y sin prestaciones ni ingresos, de la desigualdad rampante. Como si no nombrarlos borrara su existencia o su sufrimiento.
Pero lo cierto es que la economía española no carbura: la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal ha advertido de que la previsión de ingresos de los Presupuestos Generales del Estado es “ambiciosa” –es decir, excesiva– y que las autonomías y la Seguridad Social incumplirán su límite de déficit, la banca sigue comatosa y no da crédito y las exportaciones se desploman, tanto en volumen como en precios.
Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal ha advertido de que la previsión de ingresos de los Presupuestos Generales del Estado es “ambiciosa” –es decir, excesiva–
Claro que siempre hay quien está dispuesto a negarlo todo y hacer como si no pasara nada. “Hablar de economía [en España] ahora es hablar de recuperación y esperanza”. Rajoy dixit.
Con estos mimbres, y la seria amenaza que pende sobre la débil recuperación económica, no sería extraño que vuelvan a tratar de convencernos de que debemos estar agradecidos a Rajoy por haber librado una batalla titánica para evitar que España fuera rescatada. El pequeño detalle es que Zapatero lo logró antes que él. Claro que no había una corte de palmeros para reconocerlo. Es lo que tiene cambiar la ley para nombrar a gusto al director de RTVE.
Mientras tanto, Europa enfrenta su propia opereta con una prima donna germánica que, al igual que el anterior, se niega a aceptar la realidad de que la austeridad solo conduce a un lugar: el fondo de la depresión.
Que Italia o Francia no levanten cabeza, que su propio país esté a punto de entrar en recesión y que de nuevo hayan saltado todas las alarmas mundiales sobre la enferma Europa no han hecho la más mínima mella en su fe ciega de que el sufrimiento es el único camino al paraíso. Aunque probablemente le ayude a no dar su brazo a torcer el hecho de que las dificultades de los demás contribuyan a llenar la caja propia en forma de inversiones internacionales en los valores refugio de la deuda pública y la bolsa alemanas. Alguien podría pensar que eso es jugar con las cartas marcadas, o algo peor…
Necesario plan de inversiones anunciado por Jean Claude Juncker para impulsar el crecimiento y el empleo en el seno de la Unión. 300.000 millones de euros
En cuanto a la nueva Comisión Europea, sigue jugando al gato y el ratón con el Parlamento en relación al tan necesario plan de inversiones anunciado por Jean Claude Juncker para impulsar el crecimiento y el empleo en el seno de la Unión. 300.000 millones de euros que a estas alturas seguimos sin saber si estarán constituidos por dinero fresco o serán un nuevo trampantojo compuesto de retales con el que burlar el necesario cambio de política económica que impida que nos sigamos arrastrando por el fondo o, peor aún, nos despeñemos hacia el abismo de lo desconocido.
“Ladran, luego cabalgamos”, que diría aquel. Aunque sea al precipicio. Pero ya se sabe: ni un paso atrás.
P.D: La abstracción de la realidad no es algo exclusivo del ámbito económico. Otro que ha dado muestras de que tampoco gusta de afrontarla es Artur Mas. Una vez que la ley ha tumbado su referéndum ilegal, lejos de asumirlo como solo puede hacerse cuando se ha generado tal frustración y división social, ha decidido seguir adelante apostándolo todo a una ficción, a una farsa: una consulta oficiosa, sin censos, ni garantías. Una boutade para seguir alimentando la espiral del enfrentamiento. Dar pedales para evitar que la bici se caiga no es propio de un presidente de una comunidad de la importancia de Cataluña. No ofrecer más opción que lo que diga la ley tampoco es propio de un presidente de un país de la importancia de España.
José Blanco