Torres más altas han caído, suele decirse cuando entra en desgracia un “pez gordo”. En esta ocasión no puede decirse lo mismo: en la sociedad catalana, o en el Partido Popular, han caído algunos de los personajes más relevantes. Poco hay con más pedigrí político y familiar que los Pujol, y pocos hombres del PP cuenta con trayectoria más importante que Rodrigo Rato o es más querido que el ex vicepresidente de gobierno. Sobran dedos de una mano para nombrar a personas con más predicamento, más influencia o mejor trayectoria en uno y en otro lado.
Al Partido Popular no le han podido ir peor las cosas estos últimos días. El caso de las tarjetas negras y el uso que hizo de ellos Rodrigo Rato ha pegado a la línea de flotación del partido, pero la imputación de Ángel Acebes por su presunta ayuda a Jiménez Losantos con dinero b del partido –lo de presunta es porque lo dice Bárcenas a través de su lista, no porque se haya demostrado esa “ayuda” al periodista- ha provocado auténtica conmoción al partido, que por unas cosas y por otras se encuentra patas arriba, desarbolado, necesitado de una cura expeditiva que le permita recuperar el ánimo e incluso el norte. Porque hay alguna gente que parece que lo ha perdido. Que Montoro, en pleno debate sobre los Presupuestos Generales del Estado, haya acusado a Pedro Sánchez de haber formado parte de la Asamblea de Caja Madrid provocó auténtica consternación en algunos de los diputados del PP, y no la ocultaban.
¿Cómo se le pudo ocurrir decir eso al ministro Hacienda, y ex ministro de Hacienda, con la que está cayendo con tantos compañeros suyos que no formaban parte de una Asamblea de Caja Madrid que no tenía ninguna capacidad de decisión, sino que pertenecían a un Consejo que decidía todo, utilización de black cards incluidas? Por no hablar de la contundencia con la que se expresó Alberto Fabra sobre cómo actuar contra quienes no cumplían las expectativas éticas, él que tantas explicaciones debería dar sobre su política de nombramientos, sobre algunos gastos adosados a la Generalitat y sobre la caza de brujas con las que pretendía cercar a un posible topo…
Susana Díaz ha abierto la caja de los truenos, no por lo que ha dicho sino por lo que ha callado
En el Psoe tampoco están las cosas como para tirar cohetes. Susana Díaz ha abierto la caja de los truenos, no por lo que ha dicho sino por lo que ha callado. Confesar que hay veces que coincide con Sánchez y veces con las que discrepa no es nada del otro mundo, no tiene por qué provocar alarma. Pero negarse a decir si va a apoyar a Pedro Sánchez en las primarias, y además seguir negando una respuesta positiva cuando se le insiste, hace pensar que no todo es aplauso y rosas para el recién elegido secretario general. O más bien hace pensar que la presidenta andaluza siente cierta decepción, como tantos otros, ante iniciativas de un Pedro Sánchez del que la mayoría de los socialistas esperan un discurso más sólido, mejor construido.
No han transcurrido cien días desde su elección y todavía se le da un margen de confianza, pero no se ven indicios de que tenga en mente reflexionar sobre algunas decisiones que no han caído bien entre las personas más preparadas del partido.
Apostar por el cambio generacional está bien, incluso muy bien, pero también a los jóvenes se debe exigir que antes de lanzar ideas analicen si son las más apropiadas. Aquello de las experiencias con gaseosa de Eugenio d´Ors se debe aplicar en política más que en cualquier otro sector social, porque las consecuencias de las torpezas son especialmente graves. Sánchez tiene buena madera, su discurso es atractivo, está obligado a escorarse a la izquierda para impedir fuga de votos hacia quienes suben como la espuma con mensajes populistas y disparatados –como todos los populistas- pero quizá sería aún más atractivo su discurso si antes de lanzar ciertas ideas les dedicara unos segundos de reflexión.
Las elecciones se ganan con los votos de centro. Que le pregunte si no a González o a Zapatero.
Pilar Cernuda