Sin pena ni gloria pasó el debate de totalidad de los Presupuestos Generales del Estado 2015 cuya devolución al Gobierno, como los malos toros que el público devuelve al corral, pidieron todos y cada uno de los grupos políticos de base parlamentaria. Todos menos el PP, se entiende.
La planificación de las cuentas públicas, el cuánto, el cómo y el para qué de ingresos y gastos, proyectan el retrato ideológico del partido en el poder. Por eso es un clásico considerar el debate presupuestario como el más importante del año. Pero aquí y ahora ese retrato queda ceñido al modelo elegido para salir de la crisis económica en la que se encuentra nuestro país y los países de nuestro entorno. Ojo, hablo de salir de la crisis, no de la recesión, que son cosas distintas.
En su estreno en el gran debate, el líder socialista, Pedro Sánchez, no negó la recuperación técnica tan aireada por el Gobierno, en este caso por boca del ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, que fue la voz del Ejecutivo en la defensa del proyecto de cara a un año que cargado de citas electorales (municipios, comunidades autónomas y Cortes Generales). Lo que negó es la salida de la crisis. Y además reprobó las recetas del Gobierno. Sobre todo, por los costes sociales de las mismas: paro, desigualdad, pobreza, devaluación salarial, exclusión, desahucios y un general deterioro en la calidad de servicios públicos como educación, sanidad, dependencia o atención a familias en dificultades.
Frente a estos argumentos, previsibles en un líder de la izquierda, me pareció endeble la defensa del proyecto por parte del ministro. Y, en buena parte de su discurso, extravagante y poco creíble. Me refiero sobre todo a las cansinas apelaciones a la herencia recibida de los socialistas, como si no hubiera pasado ya bastante tiempo desde la barrida electoral del PP para que el Gobierno responda del vigente escenario político económico y social. No menos extravagantes resultaron los cantos a «los presupuestos de la esperanza» y la «nueva etapa de prosperidad y creación de empleo» que los PGE 2015 nos prometen.
Por lo visto y oído, un discurso voluntarista que disiente o ignora los informes europeos sobre el peligro de una tercera recesión o nuestras cifras de paro, deuda y previsiones de crecimiento demasiado débiles. De todos modos, las cifras que dan vida a las cuentas del Estado son de traducción libre a la hora de interpretar el modelo y las intenciones del PP ante una eventual remontada económica. Así, los PGE del 2015 son para el Gobierno los de la «consolidación de la recuperación», mientras que para el principal partido de la oposición, el PSOE, y el resto de los grupos de la Cámara, excepto el PP, son «electoralistas», «inverosímiles», «injustos», «mentirosos», «triunfalistas», etc.
Todos esos calificativos, y otros más duros, se escucharon. Ni que decir tiene que las enmiendas a la totalidad fueron rechazas con los votos del PP. Ahora se inicia la tramitación parlamentaria del proyecto de ley enviado en su día por el Ejecutivo.
Antonio Casado