Hace apenas veinticinco años, el mundo libre celebró la caída del muro de Berlín, construido para que nadie pudiera salir de allí, huir de la represión y la dictadura, saber lo que es la libertad. Ahora, algunos nostálgicos que no conocieron aquello quieren recuperan el marxismo-leninismo, en su aplicación bananera, como ideal de sociedad «democrática». Como si la vacuna del terror y la violación permanente de los derechos humanos no hubiera bastado para inmunizarnos. En el otro lado, el de las democracias consolidadas, se levantan vallas para que los que están al otro lado no puedan pasar. Con cuchillas asesinas, como en Ceuta y Melilla. O con cien kilómetros de longitud como en la frontera entre México y Estados Unidos.
Aunque la ley lo prohíbe, algunos de los que saltan la valla de Melilla y entran en territorio español son expulsados inmediata y fraudulentamente como si nunca hubieran salido de Marruecos. No son «devoluciones en caliente», como se las llama, sino expulsiones infringiendo las leyes españolas y los derechos humanos. El ministro de Justicia -el bueno, en contraposición al anterior- ha reconocido «zonas jurídicas de confusión» y de «inseguridad» contra la inmigración ilegal. Hasta ahora lo negaban todos. Los responsables del orden público y los responsables políticos. Pero ya tienen solución. El PP ha presentado una enmienda a la Ley de Seguridad Ciudadana -¡que tendrá que ver el culo con las témporas!- para legalizar lo que hasta ahora era ilegal y lo que es una violación de los derechos humanos.
Dice el arzobispo anglicano David Moxon que «lo que caracteriza a todas las formas de esclavitud moderna es que unas personas privan de libertad a otras». De libertad o de derechos, tanto monta. Ponemos barreras, pensando que así solucionamos el problema, pero es mentira. Nos defendemos, mantenemos el statu quo. Aquí estamos todos bien -a pesar de la terrible crisis- y allí, sea África o Asia, hay hambre terrible, carencia de agua y de medicamentos, de educación para salir de donde te han metido por los siglos de los siglos. En España sabemos de la llegada de pateras a nuestras cosas, pero en Italia han rescatado en sólo un año a 150.000 inmigrantes. La trata de seres humanos en la Unión Europea ha aumentado un 28 por ciento en tres años. Entre 2010 y 2012, más de 30.000 personas, en su mayoría mujeres, en muchos casos niñas adolescentes.
Pero Europa es incapaz de invertir en crear empresas y en educación en los países de donde huyen los que saltan las vallas o se suben a una patera o los que buscan salir de la miseria a cambio de un empleo que luego es sólo la peor prostitución, esa de la que no se puede salir. Levantamos vallas y permitimos que los traficantes y los proxenetas se lucren con las personas y no atacamos el fondo del problema. Los esclavos acaban rebelándose y las vallas son siempre demasiado bajas para los que no tienen nada que perder. Ni siquiera la vida.
Francisco Muro de Iscar