Advertencia previa por si las suspicacias: hace tiempo que sé que ya no me entusiasmará ninguna opción política, y ninguna será capaz de defraudarme lo suficiente. He visto demasiadas cosas en más de cuarenta años de ejercicio de mirón profesional. Pero no por ello se pierde la pasión por la buena marcha de este país, desde luego. Así que es llegado el tiempo, acaso, de desgañitarse gritando que hay algo que no se hace bien, que hay que poner en marcha salvaguardas de acción política, regeneracionistas, innovadoras. Es tiempo de depositar algo -algo- de confianza en algunas de las nuevas figuras emergentes, dado que ya sabemos lo que podemos esperar de las que están instaladas.
Es un magma, todo eso de Podemos/Ganemos, y también de la aparentemente nueva Izquierda Unida
Podría, así, hablar, y por qué no, de algunos astros que aparecen en el firmamento de la izquierda. Del muy mediático Pablo Iglesias, de quien confieso que aún no he logrado averiguar lo que piensa sobre muchos temas que preocupan a los ciudadanos, más allá de las estructuras organizativas de Podemos. Es un magma, todo eso de Podemos/Ganemos, y también de la aparentemente nueva Izquierda Unida, que aún debe, me parece, sedimentarse antes de saber si tiene verdaderas opciones de ser opción, y perdón por la aparente redundancia.
Y luego está Pedro Sánchez, el aún nuevo secretario general del que sigue siendo, mientras las urnas no digan otra cosa, el principal partido de la oposición al Partido Popular dominante, casi hegemónico, aún no virtualmente único, con capacidad de gobernar. Y a mí el régimen de partido único, aunque sea porque los votos lo imponen, no me gusta, me inquieta. Así, creo que, ante el desconcierto que vive la izquierda a la izquierda del PSOE -porque el éxito desconcierta–, ante el rapto de autosatisfacción que vive la derecha, ante la situación, cuando menos de 'impasse', en la que está instalado el centro -UPyD, Ciudadanos…-, hay que mirar atentamente, entonces, hacia lo que representa el ciudadano Sánchez.
Más de una vez he criticado en estas columnas salidas y ocurrencias del secretario general socialista: me parece que ha cometido alguna equivocación afortunadamente no irreparable aún, aunque puede que él no lo contemple del mismo modo, claro está. Pero también creo que es una figura que llega de refresco, con ansias regeneracionistas, una voz nueva que dice algunas -es verdad que no muchas- cosas nuevas. Cosas que puede, o no, que desbloqueen una situación inmovilista en la que nos sitúa la aparente, y espero que solo sea eso, aparente, pasividad de la que hace gala el jefe del Ejecutivo.
Encontré casualmente a Sánchez en una recepción reciente. «No nos falles», le dije, remedando otras situaciones. «Querrás decir, 'no nos falles… más'», me replicó, aludiendo a algo que yo había publicado el día anterior. Claro, a un mirón como yo siempre le llena el cupo de vanidad que le lean, más si es alguien que tiene responsabilidades. Pero, pasado el momento fatuo, pienso que conviene tal vez insistir en lo mismo, pero ampliando el ruego a otros.
A Zapatero, los suyos, cuando ganó las elecciones, le dijeron eso mismo: «no nos falles». Creo que les falló. Yo ya ni sé si soy de los nuestros, sean estos quienes sean -«es un escéptico», dijo una vez de mí Zapatero–; pero sí sé que el PSOE sigue siendo una opción seria de gobierno, de coalición -Sánchez se ha precipitado negando esta posibilidad- y que el poder, en manos de otras alternativas que se perfilan, sería ahora un peligro real. Por eso, que el PSOE nos fallase ahora sería preocupante.
Y está a punto de fallar. A Sánchez, que hizo una Ejecutiva bastante inane, lo rodea la 'vieja guardia' que reniega, como han hecho el citado ZP y Felipe González, de la propuesta de reforma constitucional que es la base de lo que Sánchez plantea para el futuro y que muchos compartimos. Se le distancia la 'mentora' Susana Díaz, a quien algunos en Ferraz llaman ya 'la sultana'. Y está lejos Pérez Rubalcaba, un hombre muy válido por lo que sabe y por lo que calla, a quien creo que Sánchez no ha cuidado lo suficiente.
El panorama es preocupante, además, cuando faltan dos semanas para esa prueba de fuego para el Estado, la del 9-N, que quedará en casi nada si Rajoy y Sánchez lo encaran como parece que van a encararlo, conjuntamente. Luego, viene todo lo demás. No nos falléis. Nunca más.
Fernando Jáuregui