viernes, noviembre 22, 2024
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Una guía para viajar por la corrupción

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Los árboles amenazan con tapar el bosque. Leyendo la prensa europea y norteamericana con regularidad, aterroriza comprobar el liderazgo indiscutible de España en asuntos de corrupción. Los medios de comunicación sobreponen un escándalo a otro con una cadencia frenética. Y nadie ya está exento del extraño privilegio de tener su hueco en este universo, un auténtico agujero negro, de la corrupción política.

Han sido años de dolce vita al calor del crecimiento  primero con las aportaciones europeas a fondo regionales y de cohesión. Permitieron la eclosión de las constructoras en obras públicas. Una formidable red de autopistas que en algunos casos conducen a ninguna parte. La ensoñación de que el AVE llegara a cada rincón de España y ahora no tiene pasajeros. Una modernización de infraestructuras tan extraordinaria que ahora se antoja que fue excesiva. Monumentos, palacios de congresos, obras de arquitectos punteros en comunidades autónomas y municipios. Circuló el dinero alrededor del ladrillo y se organizó un formidable festín de corrupción entre sectores de la Banca, alcaldes y presidentes de comunidad y correveidiles que hacían de intermediarios.

Recordar ahora el lío que se montó porque Pilar Miró, entonces directora general de RTVE, pagó con dinero público un traje para asistir a un acto oficial,  me produce una tristeza infinita. Conocí a Pilar Miró y ha sido una de las personas públicas peor tratadas en nuestra democracia.

Los «cafecitos» del hermano de Alfonso Guerra, como mucho eran un remedo de la picaresca Española. El todopoderoso Mariano Rubio, que manejaba la política monetaria desde el Banco de España, fue linchado por que no hizo la declaración de la renta de unas inversiones ridículas en su cantidad.

Aquel rigor pudo ser desmedido, pero fue necesario, probablemente, en un hemisferio que confiaba en el sistema democrático y que tenía hipersensibilidad con la corrupción.

Hubo golfos de libro, como Luis Roldán, que con la mano derecha detenía terroristas y con la izquierda se llevaba el dinero de los huérfanos de la Guardia Civil. Y hubo auténticos descarados como el ex presidente de la Caja de Ahorros de Castilla La Mancha, Juan Pedro Hernández Moltó, que no veía su viga  a punto de llegar en ojo propio y espetó aquello en el Congreso de los Diputados de: «Míreme a los ojos, don Mariano Rubio».

Llegó José María Aznar a La Moncloa, en una operación de asalto y derribo del Gobierno socialista, y empezó un ciclo de degradación de la democracia en la que todo valía para deconstruir al adversario y se rompieron las reglas de juego.

Una de las primeras decisiones de José María fue introducir a su amigo personal, Miguel Blesa en la presidencia de Caja Madrid. Un discreto inspector de hacienda que no sabía nada de Banca y que pronto descubrió los placeres más caros de la vida. También nombro a Juan Vilallonga al frete de Telefónica. El compañero de pupitre de José María Aznar se hizo inmensamente rico especulando en la compañía con productos tóxicos, como TERRA, que arruinaron a muchos españoles. Cuando la bola fue demasiado grande, emigró a México con su inmensa fortuna. Ha sido astuto y no se ha vuelto a dejar ver por España.

Ha habido una mixtura explosiva para la propagación de la corrupción. La mezcla entre los reinos de taifas de las comunidades autónomas, las Cajas de Ahorros y los constructores que se habían empezado a hacer ricos a la sobra de los encargos de obras públicas. Ese dinero fácil de Cajas de Ahorros y la bonanza de la economía germinó la aparición de «conseguidotes«. El más célebre es, sin duda, Iñaki Urdangarin, yerno del Rey y esposo de la Infanta Cristina. Vendía humo por las comunidades autónomas y le pagaban jugosamente. No se puede tener un chalé en la mejor zona de Barcelona por seis millones de Euros con un sueldo.

La nómina es agotadora. En el ranking, en lo más alto, está el ex presidente del Gobierno de Baleares, Jaume Matas, actualmente en prisión. El tesorero del PP, Luis Bárcenas almacenó decenas de millones de Euros y era, además, Senador del PP. Tardaron en darle el finiquito en «diferido» y también es huésped de una prisión española. El eterno presidente de los empresarios españoles, Gerardo Díaz Ferrán,  también está en prisión.

En Cataluña la situación es dramática. La eclosión de la fortuna oculta de Jordi Pujol y su familia ha sido un tsunami para la credibilidad de las instituciones. La contabilidad secreta de Unió Democrática, el escándalo de Félix Millet y el Palau de la Música es antológico. Y en la comunidad valencianos es más corta la relación de diputados y funcionarios que no están imputados de los que sí están.

La izquierda no se queda muy atrás. Andalucía está pendiente de la concreción del sumario de la Juez Alaya en el saqueo de fondos públicos a través de cursos de formación y subvenciones ocultas a sindicatos. El escándalo de los ERE planea sobre cifras que parecen increíbles.

El conocimiento del que el mítico líder del sindicato de la minería asturiana, Fernández Villa, manejó dinero negro, ha sido un golpe mortal para la credibilidad de los sindicatos.

El último episodio conocido ha sido el escándalo de las tarjetas opacas de Caja Madrid. Los muñidores de este sofisticado sistema de pago en especie son los principales responsables, sin duda. Pero allí estaban gozando de los cajeros automáticos y de los caprichos más diversos representantes de la patronal, los partidos políticos, desde el PP a Izquierda Unida, pasando por el PSOE, y los sindicatos.

El hartazgo social es indescriptible. La eclosión vertiginosa de Podemos con sus tesis populistas ha sido posible gracias al clímax de agotamiento de los ciudadanos con todos los partidos del stablishment.

Toda corrupción exige el mismo drástico tratamiento ejemplarizante. La condición indispensable para una regeneración que permita recuperar la confianza en el sistema democrático exige, al menos dos cosas.

La primera contundencia extrema de cada partido u organización con los casos de corrupción de estos ámbitos. Se tendrá que matar a hijos y padres (políticos) muy queridos. Se tendrán que obviar compromisos y complicidades y sacrificar a quien sea preciso. Si esto no se hace con prontitud y contundencia, las instituciones que no lo hagan desaparecerán en la marea de la indignación.

La segunda, acabar con la sensación de que el «y tu más» es una respuesta admisible para eludir las propias responsabilidades agigantando las ajenas.

Es imprescindible elaborara un «libro blanco» o «libro negro» sobre la corrupción a modo de guía para no perderse en este inmenso laberinto de cloacas de la vida pública.  No tenemos derecho a olvidar a ninguno de los corruptos porque esa es la condición de que las cosas no puedan volver a ocurrir. Porque no hay corrupciones distintas sino oportunidades desiguales.

Carlos Carnicero

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