Aparte de que vayan a la cárcel todos los culpables y devuelvan hasta el último céntimo del dinero robado, lo que yo quiero de verdad es que esto no termine en una Tangentópolis a la hispana, no fuera a ser que viniera un salvador Berlusconi, a la vista de la triste y trágica experiencia de Italia a raíz de aquella situación al filo de los noventa. Como confío en que esa experiencia obre como poderoso elemento de disuasión, creo que lo lógico es que desemboque la presente situación en una auténtica regeneración del régimen democrático del 78 con el acceso al poder de Podemos y compañía o sin compañía. Estoy seguro de que Podemos sería la fuerza preponderante, entre otras cosas porque los de la casta se lo están poniendo como a Felipe II. Toda la semana anterior fue una orgía de la corrupción, con nombres muy sobresalientes del PP a la cabeza del tinglado. Ingenuamente pensé que el domingo se habría acabado el huracán, y llega este lunes y ¡zas!, lo que ustedes saben de la nueva guerra púnica.
Todo el mundo decente está avergonzado y desolado, pero eso es repetitivo y manido. Lo obligado es coger el toro por los cuernos y meter en la cárcel a todos los culpables, no sólo los de estos últimos diez días sino los de al menos los de los últimos diez años. Si no es así, todo sería mentira y solo nos quedaría lo del crujir de dientes. Durante su convención de dos fines de semana atrás, ni los mismos compañeros de Pablo Iglesias podían asimilar lo que sucedía en el ruedo político, con esa apariencia de que todo era una conjura de no se sabe quién para colocarlos a ellos en el punto de partida de la victoria electoral de mayo y noviembre del próximo año. Observen cómo Pablo Iglesias ha limado importantes aspectos de sus planteamientos iniciales e incluso de su lenguaje político del verano o un poco antes. Es la prudencia prematura de quien ve precipitarse y adelantarse su tiempo político. Y no es una sensación mía, es la constatación de un atento observador de lo que pasa y de lo que pasa en torno a Podemos. Los tiempos se nos echan encima y hay que estar preparados.
Pedro Calvo Hernando