Igual que es imposible hablar de o con un político sin sacar a relucir la palabra corrupción, mantener una charla sobre o con Cristina Pedroche no se sostiene si no salen a relucir sus tetas, su culo o cualquier otra parte de su anatomía.
Si hay algún personaje público realmente encasillado en este país esa es ella. La chica tiene muchas más virtudes, además de guapa es inteligente y simpática, pero parece que si no se habla de lo buena que está, de lo mucho que excita a los hombres y de que emana erotismo por todos los poros de su cuerpo es como si no hubieras hablado con ella.
Pablo Motos no podía ser una excepción, y lo mismo le preguntó por sus pezones que por sus muslos (el presentador de 'El Hormiguero' siempre se quiere caracterizar por innovar y a fe que hasta ahora casi nada sabiamos de los mismos).
De los primeros, la chica casi hace una tesis. El presentador, una vez que descubrió que su invitada le había cogido gusto a correr, le preguntó si se pone vaselina en los pezones cuando participa en alguna competición, tal y como hacen muchos profesionales para evitar el roce con la camiseta, y ella le precisó que «no, porque yo no los tengo grades, en plan galleta, los tengo pequeños y no sufren«. En ese momento los que estaban sufriendo eran los espectadores, con sólo imaginárselos.
Y para «rematarles», para que ya no pensaran en otra cosa más, que se olvidaran de todas sus penas y de todas las noticias vergonzantes del día, la Pedroche reconoció que donde se da vaselina es… en los muslos, para no rozarse cuando corre. «Pechotes», «Muslacos», todo el personal se había reencarnado por unos segundos en Antonio Recio, el «pescadero» de 'La que se avecina'.
Por supuesto la chica tuvo que oir una vez más que es una de las mujeres más deseadas del país, que si ha sido elegida la más sexy del mundo por la revista 'FHM'… Su «modestia» le hizo renegar de todas esas listas, porque «si fuera la más deseada tendría aquí novios esperándome». Es de suponer que este miércoles 'El Hormiguero' desvele las filas que se montaron a la puerta de su plató para esperar la salida de la moza y declararle su amor.
Bueno, lo cierto es que muchos no se acercarían después de conocer sus gustos en materia de hombres, que casi se pueden resumir en una palabra: «Poligoneros». Para ligar con ella hay que ser «atlético» (no de los del Cholo sino de los de musculitos en el cuerpo), de barrio, humilde, chandalero, y que le gusten el Rayo y Camela (parecidas obsesiones a las de Torrente con el Atleti y el Fary). Vamos, una «joyita».
Ah, y encima que sea un sosainas que los sábados por la noche le diga que hay que acostarse pronto, nada de fiestas, porque a la mañana siguiente hay que ir a una carrera. A más de uno se le debió caer en esos momentos un mito erótico, por mucha vaselina que se de en los muslos.
La mosca