Jamás han podido persuadirme los muchos políticos con los que he tratado de que su principal móvil, aquello que justifica sus mejores y peores actuaciones, no sea el electoral. El aire huele ya, muy anticipadamente por cierto, a elecciones. Y, en mis contactos de esta semana con personajes que forman parte de los principales partidos, he podido constatar la preocupación que les embarga ante las consecuencias 'a corto plazo' que pueda tener el meteórico ascenso en las encuestas de 'Podemos', la formación -aún no formalmente constituida en partido- que lidera Pablo Iglesias. Hasta el punto de que Iglesias ha sustituido a Artur Mas en el escalafón de preocupaciones de la 'clase política' instalada, es decir, de los cuatro principales partidos del arco político nacional.
La aún no consolidada formación que lidera Pablo Iglesias, 'Podemos', amenaza con alzarse como la opción que atrae más votos de los electores.
El sondeo que conoceremos esta semana que comienza, elaborado por el Centro de Investigaciones Sociológicas, confirmará, al parecer, la tendencia apuntada por otros estudios aparecidos en los últimos días: la aún no consolidada formación que lidera Pablo Iglesias, 'Podemos', amenaza con alzarse como la opción que atrae más votos de los electores. Lo cual era ya esperado en los cuarteles de los principales partidos españoles. Que saben ya que la encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas que se conocerá esta semana favorece notablemente las expectativas que pueda albergar 'Podemos' ante unas elecciones que pudieran celebrarse ahora. Y que certifica que PP, PSOE, UPyD e IU descienden, en mayor o menor medida, en las preferencias de los ciudadanos.
Portavoces oficiosos y más o menos representativos de todos esos partidos advierten de que los datos reflejan «solo estados -en parte sin duda momentáneos- de opinión». Incluso quienes muestran una indudable simpatía por la opción de Pablo Iglesias -y hay muchos ex votantes del PP y del PSOE que se decantan ahora por 'Podemos'-, admiten que las propuestas que hacen los líderes de esta formación, que dentro de dos semanas se convertirá en una alternativa 'formal', no son demasiado realistas ni tienen excesivas posibilidades de llevarse a cabo. No ven, en suma, al menos todavía, a 'Podemos' como una opción formal de Gobierno, sino, más bien, como una salida al descontento de la ciudadanía con una forma de ejercer el poder que consideran sin duda demasiado 'tradicional', decadente y, en algunos casos, corrompida.
En este mismo sentido, algunos responsables de grado medio del Partido Popular, el gran perjudicado por las encuestas -desciende, según algunas, a tercera opción preferida por los electores-, y del Partido Socialista, que también desciende, pero se mantiene por encima del PP, insisten en considerar a 'Podemos' como un «fenómeno transitorio», según un miembro de la Ejecutiva del PP, o algo «que está lejos de consolidarse», según un cargo madrileño del Partido Socialista. No cabía en la mañana de este domingo desconocer el relativo contento que podía adivinarse en la sede del PSOE: al menos, la formación liderada por Pedro Sánchez se sitúa, según algunos estudios, como el del diario El País, a algo más de cinco puntos por encima del partido liderado por Mariano Rajoy. Y el propio Sánchez se sitúa como segunda figura 'menos impopular' del arco político español, colocándose, aunque a considerable distancia, detrás de Pablo Iglesias, único político español que aprueba en el sondeo dominical, aunque solamente sea por un punto. Quien no se consuela es porque no quiere.
A la espera de conocer los datos de la encuesta, esperada con tanto interés como aprensión, del CIS, parece claro que tanto en La Moncloa como en el PSOE habrán de analizar lo que está ocurriendo en el cuerpo social español, que obviamente demanda, como decía, nuevas formas de hacer política. Este mismo lunes, una 'cumbre' de representantes municipales del PP que se celebra en Madrid tendrá que alumbrar autocríticas por los casos de corrupción recientemente surgidos en el país, pero también medidas que tengan un carácter claramente regeneracionista y no suenen a 'parches' como los enunciados el pasado viernes, tras el Consejo de Ministros, por la vicepresidenta Sáenz de Santamaría.
Nadie, ni siquiera los responsables de la Generalitat, parece tener demasiada idea de lo que vaya a suceder el 9-n, y menos aún sobre cómo gestionar el 10-n y días, semanas y meses sucesivos.
Claro que en el PP habrán de elaborar también urgentes tácticas, y hasta nuevas estrategias, referentes a lo que pueda ocurrir el próximo domingo en Cataluña: nadie, ni siquiera los responsables de la Generalitat, parece tener demasiada idea de lo que vaya a suceder el 9-n, y menos aún sobre cómo gestionar el 10-n y días, semanas y meses sucesivos. Pero he de insistir: lo que ocurra en Cataluña este fin de semana parece importar menos, en este cuarto de hora, que la tremenda tormenta que se está vislumbrando de cara a las elecciones municipales y autonómicas de mayo, y no digamos ya de cara a las generales de finales de 2015, que se perfila como un posible 'año del gran vuelco'.
Lo cierto es que Pablo Iglesias, y el movimiento que alumbró no hace ni siquiera un año, se destaca como un fenómeno político de enorme calado, heredero directo del 'tsunami' originado tras la manifestación del 15 de mayo de 2011, la de los 'indignados'. Se inserta igualmente en la tendencia al auge de formaciones más o menos 'populistas' -al margen de que se califiquen, o sean consideradas, como radicales de izquierda o de derecha– surgidas en toda Europa, desde Grecia hasta Gran Bretaña, pasando por Italia y Francia. Si entonces, en ese 15-m, fue el opúsculo «¡Indignaos!», de Stephane Hessel, el detonante remoto de un «alzamiento contra la indiferencia y a favor de la insurrección pacífica», ahora son los libros más recientes de Pablo iglesias, como su flamante 'Disputar la democracia', los que suscitan una considerable atención, como he podido comprobar la pasada semana recorriendo algunas librerías por todo el territorio nacional. Ocurre, no obstante, que hoy ya nadie recuerda el librito de Hessel; Iglesias tendrá que plantearse cómo ganar 'credibilidad como posible gobernante', además de ganar, como ha hecho sin duda con éxito, notoriedad, tal vez coyuntural, en apenas nueve meses.
Fernando Jáuregui