Las encuestas se han convertido en la obsesión de los políticos españoles y de la gente interesada en el futuro inmediato. El sondeo de Metroscopia ha hecho correr ríos de tinta porque la información que proporciona dibuja un cuadro nuevo en la historia de la democracia española. Nunca hubo un salto semejante de un partido con mayoría absoluta al tercer lugar de la lista y nunca un partido recién nacido se colocaba en el primer lugar, tras hacer sucumbir el sistema bipartidista. Claro que falta un año para las elecciones generales y medio para las territoriales, tiempo en el que pueden suceder muchas cosas, entre otras que los datos de Metroscopia se confirmen e incluso se agraven para PP y PSOE. Los lectores habrán comprobado, además, que en las conversaciones, informaciones y tertulias el tema dominante es el de Podemos, para ensalzarlo o para combatirlo. Lo cual produce como efecto principal que el fenómeno siga creciendo, y de forma increíble en la superficie transversal del país, lo que engendra en Pablo Iglesias y sus compañeros un efecto de incremento de la autorresponsabilidad.
Pero es que los dirigentes del PP dan la impresión de que no entienden nada de lo que está pasando, a juzgar por la cantidad de sandeces por minuto que emiten. Pero es verdad que los acontecimientos corruptivos se lo ponen mucho más difícil, de la Operación Púnica hacia atrás, al tiempo que a Podemos se lo siguen poniendo en bandeja. Un fenómeno nuevo es el interés con el que la mayoría de la gente percibe todo lo relacionado con Podemos y los acontecimientos conexos. Se acabó aquella laxitud del desinterés popular por la política y de la dejación de responsabilidades en manos de quienes no las merecen. La cosa comenzó hace tres años y medio con el 15-M y se ha configurado del todo con la encuesta de Metroscopia en «El País». 42 meses en plena crisis económica y política, durante los cuales ha sucedido de todo y de manera especial la concienciación popular de la necesidad de un cambio radical en el sistema y en los hábitos políticos. Todos estamos en vilo y aquí ya nadie sestea. Que sea para bien.
Pedro Calvo Hernando