Desde hace dos años Artur Mas se ha instalado, y ha instalado, a Cataluña en una farsa. La farsa no es otra que la de embarcar a la sociedad catalana en una aventura sin destino final.
Mas siempre ha sabido que el referéndum independentista no se iba a celebrar y aún así ha venido actuando como si fuera posible. Lo peor es que la farsa que ha interpretado ha provocado una profunda división entre los catalanes entre sí y entre estos y el resto de España.
El último acto de esta farsa tendrá lugar el domingo nueve cuando algunos grupos intenten llevar a cabo ese remedo de consulta. Artur Mas y todos los políticos catalanes que están apostando por la farsa del 9 de noviembre están contraviniendo todos los principios de la democracia con declaraciones tan demagógicas como estomagantes. Convocar una consulta sin ninguna garantía democrática es impropio de políticos democráticos. Pero eso ya lo sabe Artur Mas y a lo que parece no le importa.
Pero después del 9 de noviembre llegará el 10, es decir el día en que los políticos responsables deberán de ponerse a trabajar para restablecer esos puentes rotos en la propia sociedad catalana y entre ésta y el resto de España.
Vaya por delante que como he escrito en otras ocasiones, creo que el presidente de Gobierno en este asunto ha hecho lo único que podía hacer: defender la legalidad y por supuesto impedir que una parte se salte la legalidad. La soberanía reside en los españoles, en todos los españoles, y por tanto nada que afecte a Cataluña nos resulta ajeno al resto de los españoles y mucho menos su futuro.
De manera que creo que el presidente ha hecho bien en recurrir la celebración del referéndum ante el Tribunal Constitucional y también ha acertado volviendo a recurrir la nueva farsa que significa esa estrafalaria consulta que quieren celebrar el día 9 sin ninguna garantía democrática.
Así las cosas vuelvo al día 10, porque a partir de entonces la obligación de Mariano Rajoy será la de comenzar a arbitrar soluciones para devolver la normalidad a Cataluña. Y esas soluciones pasan por el diálogo con las fuerzas políticas catalanas. Claro que también es verdad que los interlocutores del Gobierno en Cataluña han ido menguando. Tenemos un presidente de la Generalitat que ha venido poniéndose al borde de la legalidad, y que cuenta con unos socios, Esquerra, que directamente claman con saltarse esa legalidad. En cuanto al PSC continúa de perfil, y así les va. Iniciativa está peor no está. En cuanto al PP, su histrionismo echa para atrás. Queda Ciudadanos, y si me lo permiten, diré que el político más cabal que ahora mismo hay en Cataluña es Albert Rivera. Es al único al que escucho decir cosas sensatas.
Llegados a este punto me parece que las elecciones en Cataluña son imprescindibles porque de lo contrario esta Comunidad seguirá estancada entre la frustración y la farsa. Y sí, son posibles otras mayorías, que no sea la de Esquerra y Convergencia, todo depende del sentido común y sobre todo del sentido de la responsabilidad de quienes no son independentistas. No se trata de hacer un frente anti nada, para eso ya están Convergencia y Esquerra, pero sí de buscar una mayoría que permita gobernar para todos y restañar las heridas de la propia sociedad catalana. Eso sí que sería política de Estado, o simplemente política de sentido común. Veremos de lo que son capaces los unos y los otros. Por lo pronto hemos llegado al último acto de una gran farsa que debería de enrojecer a sus autores…
Julia Navarro