A posteriori es muy fácil explicar los acontecimientos. Surgen datos, teorías y contextualizaciones de lo ya acontecido. Esto ocurre siempre, bien se trate de economía, de resultados electorales. Da igual. Todo se explica cuando ya no tiene remedio. Y ya no tienen remedio los crueles asesinatos perpetrados en París por unos bárbaros que llegaron tranquilamente con armas imposibles de disimular. A muchos kilómetros de la capital francesa, miles de cristianos son masacrados, incluso muchos musulmanes se ven obligados a abandonar sus lugares de siempre y la bandera negra del IS ondea en muchos zonas del norte de África.
Pero ¿cómo hemos llegado a esto?. ¿Cómo es posible que tanta barbarie ocurra delante de nuestras narices y de la sensación de que nadie se entera hasta que las cosas ocurren?. ¿Cómo es posible que los servicios de inteligencia de todo el mundo no hayan sido capaces de alertar muy seriamente de lo que venía ocurriendo?. No se conquistan territorios en un día, no se accede a armamento sofisticado con un simple clic, no se organiza un cruel ejercito en una semana. Nada ocurre de un día para otro. Nada surge de la nada.
Y aquí y así estamos. Perplejos, dolidos, y asustados porque los asesinatos de Paris son algo más que asesinatos de periodistas. Son algo más que un ataque a la libertad de prensa y de expresión. No, lo ocurrido en París es la expresión extrema de una forma de entender la vida y la convivencia. Es la consecuencia de la perversión previa de valores y principios, o, mejor dicho, de la ausencia total y absoluta de los principios y valores que a nosotros nos permiten vivir en libertad, basando nuestra convivencia en el respeto al discrepante.
Han sido numerosos los imanes y colectivos musulmanes los que han condenado el atentado de París. Y está muy bien que lo hagan. Pero no es suficiente si estos mismos imanes, estos mismos colectivos no alzan su voz en contra de las lapidaciones de mujeres, de los ahorcamientos de homosexuales, de los matrimonios forzados, de las ablaciones de clítoris, de la persecución a las niñas que quieren estudiar. No es bastante si el mundo occidental no aplica, sin miedo, el principio de reciprocidad de manera que si en Europa hay mezquitas, que debe haberlas porque la libertad de culto forma parte de nuestra forma de entender la vida, exista esa misma libertad para quienes quieren viajar con una biblia o acudir a una iglesia en países musulmanes
Los que acuden a las armas son una minoría dentro del inmenso mundo musulmán que también es víctima de los bárbaros que asesinan en nombre de Alá y precisamente por ello, porque también ellos, que comparten fe con quienes matan, son víctimas ,son los principales interpelados para plantar cara a quienes desprecian la vida, la de los demás, incluso la suya propia. Pero no cabe el optimismo ni mucha esperanza de que el mundo musulmán modifique sus códigos. Si se lapida a una mujer con la aquiescencia de sus propios padres y los occidentales callamos, no nos podemos sorprender de que unos cuantos miles -demasiados- que comparten fe con los musulmanes pacíficos den el salto y asesinen a occidentales. Y entonces, sí. Entonces, con toda justicia y razón, nos llevamos las manos a la cabeza. Ojalá las calles de Indonesia o de Arabia Saudí, se hubieran llenado de musulmanes condenando el atentado como se ha llenado Paris. Tendrá que pasar mucho tiempo para que algo así ocurra.
En este contexto no cabría peor respuesta que la islamofobia o el apoyo a posiciones extremas y populistas. Sólo cabe eficacia policial, agilidad de los servicios de información y reafirmación, pese al miedo, de que nuestro modelo de vida y de convivencia es el mejor de los posibles. No estaría mal, para empezar evitar el confort de aquellos países que sin armas de guerra están en guerra contra la libertad aunque para ello sea necesario sacrificar intereses económicos o comerciales. Nada surge de la nada.
PD: El ministro de Interior no miente cuando dice que España es uno de los países más seguros del mundo, pero cuidado, que los terroristas para poder serlo lo primero que hacen es confundirse con el paisaje. Un terrorista siempre es uno más.
Charo Zarzalejos