No, no es cierto. Ni todos son, ni todos somos como los compañeros del Charlie Hebdo. Ellos eran valientes en un mundo de cobardes y preferían correr riesgos porque creían, de verdad, en la libertad de expresión y estaban convencidos de que había que defender una serie de valores que son la esencia de la sociedad en la que vivimos. Tenían sus miedos, como todos, y desde hace tiempo se veían obligados a llevar escolta pero no desfallecían en el desarrollo del periodismo con su humor ácido, crítico, social, descarnado. El director de la publicación había dicho muchas veces que prefería morir de pie a vivir de rodillas y ha muerto, al igual que los otros compañeros ejecutados, de pie, entero, de varios disparos que han acabado con su cuerpo pero no con las ideas que representaba. El atentado islamista de París ha abierto un interesante debate en la sociedad sobre la capacidad de defensa que tenemos frente al amenaza yihadista y la respuesta que debemos dar en defensa de nuestros valores, frente a quienes quieren imponer los suyos con el terror. No han faltado voces en nuestro país y en el resto de Europa que, de una u otra manera, vienen a justificar el terror, desde posiciones de extrema izquierda o extrema derecha pero son sólo los imbéciles de siempre, que sólo buscan la notoriedad que les da aprovechar cualquier circunstancia para sacar tajada. Los ventajistas de siempre obtienen su minuto penoso de gloria y luego desaparecen y nadie les da la mínima importancia a sus histriónicas apariciones. Muchos creen que el ataque a Charlie Hebdo, va a fomentar, inevitablemente, el ascenso de los partidos xenófobos en Europa y que formaciones como El Frente Nacional de Le Pen utilizara la matanza para reforzar sus ideas. Yo también lo creo, pero no debemos perder tampoco de vista que los auténticos xenófobos son ellos, los yihadistas, que en su guerra santa quieren no sólo discriminar sino someter y matar a cualquiera que no comparta sus ideas. Nos quieren silenciar, arrasar con todo lo que nuestra civilización representa y que nos ha llevado siglos conseguir. Por eso este no ha sido sólo un ataque contra la libertad de expresión, ha sido un atentado contra la libertad, los derechos humanos, la igualdad y tantos otros valores de nuestra cultura que deberíamos exhibir y proclamar orgullosos. Entre esos valores está también ¡como no! la tolerancia. Pero si de fanatismo se trata no hay tolerancia que valga y hay que marcar con meridiana claridad los límites. Europa no puede perder sus señas de identidad y por lo tanto en nombre de la tolerancia que nos honra, no se puede pasar por alto o tibiamente actos intolerantes de fanáticos que quieren montar su propio gueto sin libertad y encerrarnos en el a todos.
«El humor o la muerte. Hasta la victoria siempre»
Sthephane Charbonnier, el periodista , dibujante y director del Charlie Hebdo garabateó, hace apenas dos años en su periódico, una frase lapidaria «El humor o la muerte. Hasta la victoria siempre». Y dicen quienes reconocieron que saboreaba cada bocado de profesión, de libertad de palabra. Dicen que tal vez no le hubieran gustado que los obituarios le tilden hoy de héroe o de adalid de la libertad de prensa, porque para él, el humor siempre fue un arma para luchar contra desinformación, los prejuicios o los tabúes. Sabía que corría riesgos caricaturizando a Mahoma pero él no discriminaba ni a religiones, ni a jerarquías, ni a poderes políticos económicos o sociales «Nosotros no hacemos discriminaciones. No somos más violentos con los musulmanes que con los católicos, pero unos reaccionan de manera más violenta que otros» decía en referencia las amenazas recibidas después de que el semanario publicara las caricaturas de Mahoma en el 2006. Su testimonio debería ser nuestra guía pero no todos son, ni todos somos iguales que los compañeros vilmente asesinados. Descansen en paz y que sus ideas se abran paso.
Esther Esteban