2012, junio. Izquierda Unida lanza el video Cuando el miedo cambie de bando, a favor de una Comisión de la Verdad sobre la crisis de la banca.
2013, enero. Los raperos de Riot Propaganda (Los Chikos del Maíz + Habeas Corpus) editan El miedo va a cambiar de bando: “Nos han prohibido soñar (…), pero el que siembra miseria recoge bombas lapa (…); exigimos que el gobierno se disuelva y entregue las armas”, etcétera.
2014, febrero. César Rendueles, colega de Pablo Manuel Iglesias Turrión y abstencionista profeso, al implicarse como avalista en la candidatura de Podemos, escribe en su blog: “El entusiasmo, no solo el miedo debe cambiar de bando”.
2014, noviembre. Turrión declama el discurso inaugural del nuevo partido. Pasando de Izquierda Unida, sobre la onda expandida de los Chikos del Maíz y con el sutil aderezo de Rendueles, dice el mantra: “El miedo está cambiando de bando, la sonrisa está cambiando de bando”. Las palabras finales del discurso son un lema del MIR chileno y, como tales, mencionadas por Allende en su día: luchar, crear, poder popular.
Aquí sin embargo el reconocimiento sobra. Por boca del bardo, aunque sea en forma de ripio, quien habla es la revolución misma, no un científico ni un orador decente. A continuación, contra toda crítica, el prepotente hashtag ‘#SuOdioNuestraSonrisa’ compasará la marcha victoriosa de los inocentes.
La sonrisa y el miedo como vasos comunicantes; el miedo que da risa, la risa que da miedo. Más virulencia que ideología, y una manipulación de la memoria hiriente a veces, la del 15M también. Fantasmagoría de quienes, con la evolución de sus balbuceos programáticos, ya exhiben más la decisión de ser iglesia que la lucidez y consistencia de su credo.
Observa Nicholas Carr –Atrapados-, en relación con las máquinas y avances tecnológicos, que suponer que lo nuevo siempre se adapta mejor a nuestros propósitos es una falacia sentimental. Parece que la novedad de Podemos tampoco va a librarnos de la ‘pseudología’ política, el arte de las falsedades saludables y a buen fin.
Mientras tanto, releo viejas notas de Edgar Morin: llegará un momento, en el horizonte, cuando ”el sentido de la vida se planteará como cuestión radical, y por tanto revolucionaria (…). Lo que ha envejecido en Marx no es la idea de revolución, tal como creen los espíritus retrógrados, sino su restringido alcance, de ahí el error del esquema revolucionario. La revolución solo podrá renacer verdaderamente si se prosigue de modo radical la crítica del pensamiento que dice ser revolucionario y la del pensamiento que dice ser realista”.
Sí, seguramente se trate de escapar, de algún modo, al dilema entre la histeria y la miopía.
José Luis Mora