El Partido Popular, gobernante en el Ejecutivo central, en la mayor parte de las autonomías y en la mayoría de las capitales de provincia, iniciaba este viernes una convención 'de impulso' hacia las elecciones. Está lastrada, sí, por la presencia del ex tesorero Luis Bárcenas libre en la calle, comunicando a quien le quiere oír que 'el PP nada tiene que temer' acerca de lo que pueda o no revelar sobre manejos sucios en el partido; o sea, que ya puede irse preparando la formación gobernante para todo lo contrario, porque tiene sobre su cabeza la espada de Damocles. Pero, al mismo tiempo, la convención se celebra con el afán de demostrar que el PP es la única formación española con una sólida estabilidad interna y que sigue manteniendo, aunque ya las encuestas no se la concedan, una mayoría absoluta en el Parlamento lo suficientemente confortable como para sacar adelante algunos de sus polémicos proyectos de ley, el último de ellos la reforma del Código Penal.
Tiene, pues, luces y sombras un PP que se sigue viendo aquejado por antiguos escándalos de corrupción aún no resueltos, que afectan a numerosas autonomías -Madrid entre ellas- y que, en buena lógica, deberían pasar factura en las elecciones municipales y autonómicas que se celebran dentro de cuatro meses. Pero, al tiempo, no menos cierto es que en el restante arco político priman la inestabilidad, las rencillas internas y otros escándalos, de menor consideración todos ellos, desde luego, que los casos Bárcenas o Gürtel.
Comenzando por el PSOE, me parece evidente que desde algunos ámbitos se ha querido magnificar el alcance de las diferencias internas en el partido: no llegará la sangre al río y, se especule cuanto se especule, me atrevo a pronosticar que será Pedro Sánchez quien, al final, se enfrente a Mariano Rajoy por el sillón principal en La Moncloa. Es lo más previsible y lógico, por mucho que desde los ámbitos más diversos, o desde las teorías conspiratorias más imaginativas, se pretenda que las cosas sean de otra manera. Pero, en cualquier caso, en la recta final socialista aún podrían registrarse sorpresas, por más que yo personalmente descarto, al menos en este cuarto de hora, que la presidenta y futura presidenta andaluza -es complicado dudar de que venza en las elecciones anticipadas que convocará el lunes- concurra, incluso por razones biológicas, a tales primarias.
Más complicado aún es el panorama en los dos partidos 'menores' ascendentes hasta el pasado mes de mayo, Izquierda Unida y UPyD, ahora sometidos a fuertes tensiones intestinas. En el primer caso, derivadas sobre todo del meteórico ascenso de Podemos, que se beneficia de un trasvase desde IU, y, en el segundo, de la negativa de su máxima dirigente, Rosa Díez, a llegar a un pacto 'de centro' con Ciudadanos, que también crece algo, aunque de manera mucho menos espectacular que Podemos.
Este paisaje ha llevado a que desde ciertos ámbitos se quiera presentar la futura batalla electoral como un duelo 'a la griega', entre la principal formación conservadora, el PP, y la 'estrella ascendente' en la izquierda, es decir, Podemos. Este afán por minimizar el papel de los socialistas me parece un serio error por parte de los estrategas 'populares': solamente el PSOE puede, en estos momentos, actuar como un freno desde el sistema a una subida excesivamente rápida de la formación de Pablo Iglesias, claramente inmadura para ejercer cualquier tipo de poder, incluyendo el municipal. Debe Podemos fortalecer sus propias estructuras, clarificar su mensaje, depurar sus relaciones con los medios de comunicación… y elaborar un programa teórico y otro de actuación definitivos, que clarifiquen dónde se sitúa por fin este nuevo partido. Solamente cuando todo ello se haya completado, sabremos cuál es el suelo y el techo electoral de ese fenómeno casi sin precedentes (al menos en España) que es Podemos.
Entiendo que, hasta entonces, es pronto para hablar de alianzas en la izquierda, como lo es para hablar de recomposición del centro-centro. La verdad es que, por mucho que trabajen algunos laboratorios políticos, España sigue siendo básicamente un país bipartidista con toques nacionalistas, aunque las dos principales formaciones nacionales vivan, por distintos motivos, momentos de convulsión. Ambos tendrán que acertar en los mensajes a sus respectivos electorados: hoy, el PP; dentro de una semana, los socialistas. Ambos saben, aunque mucho les cueste admitirlo, que la salida mejor y más probable del túnel electoral, allá por finales de este año -hay quien susurra la fecha de las elecciones generales para el 20 de diciembre_será un pacto global, tal vez una gran coalición, entre PSOE y PP. Pero, claro, de eso no se hablará ni en la convención 'pepera' de este fin de semana ni en la socialista de finales de este mes. Al tiempo, pues.
Fernando Jáuregui