Una de las razones del planeado adelanto electoral en Andalucía es frenar a Podemos. El ascenso del partido de Pablo Iglesias se ha convertido en un riesgo para la continuidad de Susana Díaz en el Gobierno de la Junta. Por tanto, ésta tratará de evitar que la discutible verdad puesta en circulación por Iglesias, en el sentido de que la en lucha por el poder solo estarán Podemos y el PP, sea extensiva Andalucía, una Comunidad Autónoma en la que todavía es evidente la preeminencia de PSOE y PP como primeros actores de la política regional.
La otra razón generalmente manejada por los analistas para explicar la inminente convocatoria de elecciones anticipadas es la de estar disponible para disputar a Pedro Sánchez en el mes de julio la candidatura socialista a la Moncloa. Para entonces será mamá primeriza y habría pasado dos veces por las urnas institucionales (no las de partido, las únicas ante las que ha rendido cuentas por ahora): andaluzas en marzo y municipales en mayo.
Cubierta quedaría la condición de examinarse previamente ante los ciudadanos andaluces. Nadie podría decir que su legitimidad de origen se llama José Antonio Griñán, su padrino político y su antecesor en la Junta. Tampoco se la podría tachar de mentirosa por decir a todas horas que su prioridad es Andalucía. Pero, al menos hasta el momento de firmar el artículo, Susana Díaz no ha convocado las elecciones. No creo que se haya arrepentido de anticiparlas. Más bien será que está fabricando los motivos y el modo de explicarlos, a fin de hacerlos parecer más sólidos que los expuestos hasta ahora en nombre de la «estabilidad».
Ha declarado unilateralmente la inestabilidad de su gobierno por culpa de los socios de IU. Pero éstos, por boca de sus máximos dirigentes, incluido el vicepresidente de la Junta, Diego Valderas, se han hartado de decir que no tienen el menor interés en romper el pacto de gobierno con el PSOE de Andalucía, que aún está muy reciente su apoyo a los presupuestos de la región y que su única exigencia es que se cumplan los compromisos fijados en dicho pacto. No parece una buena excusa, aunque es seguro que Díaz la seguirá utilizando para consumar sus planes.
Al tiempo, los enredadores internos del PSOE seguirán utilizando a Díaz y sus supuestas aspiraciones a la Moncloa como elemento desestabilizador de Pedro Sánchez. La presidenta andaluza se deja querer, aunque en público proclame su lealtad al secretario general, a veces sin nombrarlo, y niegue estar en la carrera por destronarle como candidato a presidente del Gobierno en las primarias de julio.
Pero se las va a arreglando al crear las condiciones para que quienes la invocan como alternativa no se sientan desmentidos. Y por eso ya se ha convertido en un lugar común relacionar la ambición de Díaz con el adelanto electoral en Andalucía.
Antonio Casado