jueves, noviembre 28, 2024
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Fútbol rata

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Dentro de las normas del florentinismo está la excitación del deseo madridista hasta llegar al orgasmo mucho antes del acto. Eso provee riadas de expectación y dinero, e incluso convierte al club en una idea que flota sobre los cimientos del estadio. Algo inconcreto y morboso, próximo a un estado de ánimo al que el entrenador debe dar forma y trasladar al campo en principios reconocibles. Debe convertirlo en un deporte, con sus razones, con sus principios meticulosos, con su trabajo oscuro que sólo detonará en los resúmenes de las televisiones. Cuando el equipo encontró el ritmo y la precisión, el mundo del fútbol entero como si fuera una manada de bóvidos que se vuelven ante el depredador; miró y se quedó petrificado ante el suceso.

El Real madrid jugaba bien al fútbol.

Se empezaron a decir fechas pretéritas: desde Zidane que no lo bordaban, o incluso desde Di stéfano. La quinta del buitre, dijeron los moralistas castizos, la segunda temporada de Mouriño recordó un indigente. El siguiente partido del madrid se convirtió en objeto de culto antes incluso que saliera el DVD con los extras. Modric se lesionó pero no es uno de los grandes nombres, y una vez convertido el club en un estado de opinión, no se admiten pequeñas cuestiones que minen el arrastre de la idea. La estructura dejó de ser líquida, perdió su cualidad de filtrarse bajo el quicio de las puertas y pasó a ser reconocible desde lo alto. Comenzaron a ponerles trampas y se fueron cayendo poco a poco las máscaras.  El madrid perdió la alegría y perdió la serenidad, al fin y al cabo todos los elogios posibles ya habían sido dichos por primera vez, y en el amor todo es repetición hasta la última frase, cuando el condenado yace desangrado en el suelo del coliseo. Se ganó un título por caridad y se le añadió una pegatina fea a la camiseta. El entorno dejó de suministar combustible. No había odio ni admiración. Ganar era de nuevo una costumbre, pero en los meses de la ambrosía se había perdido el sentido del deber, eso un poco absurdo y que mueve a los soldados a caminar a ciegas hacia su ejecución. El Atlético puso a prueba la nueva neutralidad madridista y resultó que al equipo se le había secado la sangre. Los jugadores se menaban lo justo, nadie disparaba primero excepto isco, que todavía lleva un mundo nuevo en el corazón como aquellos anarquistas de Durruti. El Madrid perdió y tampoco pasó nada. Llegó una victoria en Getafe porque está Benzema, que sólo sigue sus pasos. Fue el único que rompió el encantamiento. Es ajeno a todo.

Y ahora el Córdoba. Paso andaluz de tránsito. El equipo traía un optimismo parecido al de un accidente de tráfico. Las buenas noticias se cocían en los despachos. Un chico rubio como nueva perla del Caribe. Muchos vídeos en youtube. Le das el balón y hace un regate. Lo nunca visto. El Maradona de los Balcanes, o como se llame la cordillera que se atraganta en Escandinavia. Nadie quiere hablar del próximo partido pero comienza con frío y con sol. Marcelo hace una cosa rara. El balón está de pronto en un mal sitio, por la izquierda, desde donde fusilan al madrid. Un disparo. Ramos hace una soleá y la pelota se le pasea por la mano. Es medio penalti. Y el madrid, ahora, es perro flaco. Uno cero y Casillas de portero. Hay que remontar dice la gran enciclopedia madridista. Nada se mueve. Los jugadores se miran entre sí como si estuvieran en el ensayo de la obra. La obra, que empieza a la hora y cuarto de la función, porque así quieren los señoritos. Tienen dinero así que pueden elegir. Ya lo han ganado todo, así que quieren volar con alas de cemento. Otra vez Ramos, despeje fallido. Aparatosa falta. No nació para el cine costumbrista, eso lo sabemos. Son tres meses al año en los que se dedica a mirar al sol de frente, en vez de tenerlo de aliado. Cada despeje, una resurrección. La situación suele durar lo que tarda su hermano y representante en encontrar el camino del dinero por los laberintos del Bernabéu. A Marcelo también se le ha ido el santo al cielo. En ataque es tan imprevisible que confunde a sus compañeros y en defensa ataca primero la sombra y cuando le sobrepasa, persigue al malo moviendo brazos y piernas desesperadamente. Es un espectáculo. Que no lo vean los niños.

En la otra banda, Carvajal también se come los engaños que le habían puesto ahí los jugadores del Córdoba. Detrás, el desierto y Varane. El equipo andaluz ataca con soltura y poniendo jugadores en los puntos cardinales del terreno merengue. El mundo al revés. No se lo acaban de creer y dejan las jugadas a medio construir. En el madrid sólo Benzemá lo intenta.  El pensamiento es el diálogo que el alma mantiene consigo mismo. Así dejó dicho Platón y así juega hoy Karim. Baja a recibir de un centro del campo que es tan inocuo como una mesa camilla; crea una pequeña ventaja, se desparrama por el ataque, combina, levanta la cabeza, pausa, surge con gran dificultad la jugada, se prepara para el remate … y el compañero, da igual cual, la pifia. Y todo se lo lleva el viento.

Varias veces el balón rondó la línea del área cordobesa y ningún jugador madridista se atrevió a tirar. Sigue el encantamiento. Parece que se la cedan a Cristiano, pero Cristiano persigue al jugador que fue hasta hace dos meses. Su disparo se ha vuelto flácido, el regate atolondrado y sus diagonales son diminutas. Sólo confía en su remate y pocas veces huele el espacio y seda al defensor para estar de cuerpo presente. ¿Está colmado de deseo? ¿Anda triste porque lo dejó con la rusa? Nadie sabe. Pero ya no deja un surco por donde pasa, y el resto de la construcción para llegar al gol resulta de repente más difícil. Un ejercicio formidable y minucioso o un remate mordido desde el área. Así vino el empate. Un balón de córner que sobrevuela y cae donde Karim, que hace valer su fe  de converso y la rapidez de su ejecución.

Por delante y por detrás del gol no hubo variación. Apenas una larga posesión al inicio de la segunda parte, más para espantar el frío que llegaba con la ausencia del sol, que por pura convicción. Sin Modric y sin Isco, estas posesiones apenas rozan la oportunidad y parece que el equipo no tiene paciencia ni ganas para intentarlo de esa forma. Y así llega el balón cruzado de Ramos: intento de atajo que sobrevuela el fútbol para caer en el extrarradio. A la cuarta  eso parece una idiotez pero se sigue intentando. Ramos acciona la palanca y Bale corre tras el señuelo: nada. Es como los adultos que se dedican a tirar piedras al río como si tuvieran la intención de tapar la corriente o como si un atavismo masculino les llamara desde el fondo. Ramos siguió un rato hasta que se cansó sin que nadie le llamara la atención. Decían que el Córdoba estaba haciendo un partidazo pero tampoco es que se notara mucho. Un balón llega botando duro como si fuera un campo de cemento y, Varane se lo traga ayudado por el empujoncito del jugador cordobés. Sale Casillas espantado, brazos en alto y la pelota que sigue botando ante la mirada de bóvido de Carvajal y pega en la cruceta. Casillas recoge el rebote como lo que es, un mito del madrid y el mundo vuelve a ser salvado.

Sale Khedira que parece un armatoste fabricado en la antigüedad táctica, un robot de los viejos que sólo razonaban con el espacio y el tiempo, carente de la tercera dimensión o del cariño, cualidad  que necesitan los interiores madridistas de nueva orden. Entra Illarramendi. Puede que el jugador menos amenazante de la historia del fútbol. Pasó escondiéndose todo el partido y al final le dio un pase a Bale que varios sucesos después acabó convertido en el gol de la victoria. Chico de los recados hasta el fin, que parece cercano.

En el madrid cada uno arrastraba su propia condena, todos parados esperando una señal y los balones entraban por cualquier parte del tejido merengue. Se echó una pelota sobre el área y los defensas la sacaron con apuros. Cayó un señor extranjero al suelo, y no pareció nada ni siquiera en la primera repetición. Pero hubo una segunda y una tercera. La gente comenzó a pitar. Les estaban robando! Al pueblo! Los señoritos, o algún poder inconcreto y oscuro que esté detrás del Madrid.  Aproximadamente en la sexta repetición, se vio como Carvajal rajaba con una navaja la espalda del delantero y le sacaba la espina dorsal.

Cristiano necesitaba la luz del encuentro y la buscó en los padecimientos de su infancia. Primero le tiró un puñetazo en el área a un jugador del córdoba. Falló. En otra melé, poco después, le propinó un patadón a un jugador que andaba por ahí, ante el desconsuelo de Varane, que no se lo podía creer. Luego se encaró con el mundo, como gitano legítimo que es y salió con paso insultante, serio pero orgulloso, porque su partido sería una mierda pero la cara no se la toca nadie. Antes de perderse en los vestuarios, acarició con lascivia el escudo de campeón del mundo. Ese fue el gesto. Y como siempre, el madridismo se partió en dos. Los que clamaban vergüenza a cuatro columnas. Y los desafiantes, minoría esta vez, pero con un amplio historial que les daba la razón.

La provocación de Cristiano trajo consigo un discreto movimiento. Bale tomó el centro y la amenaza pasó de imaginaria a real. Pregunten a los expertos por el asunto del galés, aunque cada vez es más claro que Ronaldo lo lleva a una vida de sombra de la que no sabe salir. Fue suficiente una recepción y un movimiento de serpiente para que brotara una falta al borde del área. El disparo del galés cogió portería y un tipo extendió el brazo de una forma ostentosa. Fue penal. Era el último minuto. Bale esperó un rato inmenso para tirarlo. Quizás quería separar el tiempo, enmarcar la entrada en otra época. El balón cayó blando y tenso por el medio, a su forma, contra la que no hay prevención posible.

El Madrid ganó pero ya no pueden hacer como si no pasara nada. Demasiada señales. El cielo tenebroso, las zarzas ardiendo a la vera del camino, la casa destartalada, el ataúd en medio del salón de invitados. Anchelotti no puede encomendarse a la providencia, porque la providencia está renegociando su contrato.

Venga.

Córdoba, 1-Real Madrid, 2

Córdoba: Juan Carlos; Gunino, Pantic, Crespo, Edimar; Deivid, Rossi; Bebé, Fede Cartabia, Ghilas, Florin (Fede Vico, min.79).

Real Madrid: Casillas; Carvajal, Varane, Sergio Ramos, Marcelo (Coentrao, min.71); Kroos, Khedira (Illaramendi, min.63), James Rodríguez (Jesé, min.79); Bale, Benzema y Cristiano Ronaldo.

Goles: 1-0, M.02: Ghilas, de penalti. 1-1, M.26: Benzema. 1-2, M.88: Bale, de penalti.

Arbitro: Alejandro Hernández Hernández (Comité Las Palmas). Expulsó con roja directa al visitante Cristiano Ronaldo (m.82) y por doble amarilla al local Fede Cartabia (m.60 y m.87). Además, amonestó por parte del Córdoba a Rossi (m.56) y por el Real Madrid a Sergio Ramos (m.1), Khedira (m.62) y Carvajal (m.74).

Aforo lleno en el Nuevo Arcángel de Córdoba (más de 21.000 espectadores).

Ángel del Riego

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