Las elecciones griegas han arrojado un resultado incontestable: la victoria de Syriza no por prevista es menos contundente. Al contrario, Alexis Tsipras ha logrado una victoria por un margen mayor del pronosticado, que le deja a las puertas de la mayoría absoluta, lo cual, sin duda, facilitará la formación de Gobierno en Grecia y a él, sus primeros pasos al frente del mismo.
Pero el verdadero desafío viene ahora.
Es cierto que el momento que está viviendo Europa es muy distinto del que tuvo que afrontar Yorgos Papandreu tras heredar un país que había falseado sus cuentas públicas para entrar en el euro. Hoy, la deuda desbocada, el desempleo inasumible o la desigualdad rampante evidencian que la estrategia de austeridad ha fracasado y en Europa ha empezado a respirarse un aire distinto, a tocarse una partitura diferente: la marcha militar de la austeridad ya no lo envuelve todo con sus resonancias dictatoriales, sino que los ecos del crecimiento han empezado a abrirse camino y a tomar la partitura. Por el bien de Europa, confiemos en que no como fuga…
Hoy, la relajación del cumplimiento de los objetivos de déficit y la revisión del Pacto de Estabilidad, el plan de inversión anunciado por la nueva Comisión Europea o el programa de compra de deuda pública aprobado por el Banco Central Europeo –que empieza a comportarse como lo que sus siglas indican que debería ser– prueban que, en efecto, el momento que vive Europa dista de asemejarse a aquellos tristes tiempos en que la derecha austericida llegó incluso a imponer cambios de gobierno en países soberanos.
Pero, como decía, lo difícil empieza ahora. Porque para poder alcanzar el éxito en su gran compromiso, la renegociación de la deuda, a Syriza no le bastará su victoria ni sus propias fuerzas.
En primer lugar, necesitará mantener cohesionada la coalición de partidos que conforman la propia Syriza, lo cual se presenta como una tarea exigente debido a lo alto que ha colocado el listón de sus promesas electorales.
En segundo lugar, necesitará encontrar aliados en el resto de gobiernos europeos, pues necesita negociar una deuda que alcanza el 175% del PIB y las condiciones de un rescate en el que todos los países europeos han empeñado sus presupuestos, es decir, los impuestos de sus ciudadanos.
No obstante, hay un aspecto que juega a favor de Grecia: el verdadero temor de Europa no se encuentra en la descontada victoria de Tsipras, cuyas reivindicaciones para aliviar el sufrimiento de una población vapuleada por las condiciones draconianas impuestas por la Troika en un rescate mal planificado y peor ejecutado son por lo demás de justicia. El verdadero temor, tal y como se evidenció en las pasadas elecciones europeas, se encuentra en el avance de fuerzas antieuropeístas en países centrales de la UE y, sobre todo, en una victoria de la extrema derecha del Frente Nacional en Francia, tradicional motor de avance de la construcción europea.
En esa tesitura, Tsipras tiene en sus manos tomar el camino de las soflamas electorales que ha dirigido a la población griega en campaña o el de las propuestas más ponderadas con que ha tratado de construir un perfil más moderado en el ámbito europeo, tratando de tejer alianzas con las que lograr aliviar la crisis social que vive Grecia.
Por su parte, Europa tiene la oportunidad de avanzar con decisión por el camino del estímulo económico y social. Y para ello, junto al hilo con que hilvana las reformas económicas urge más que nunca empezar a tejer un manto protector para la población europea con un hilo social que alivie el sufrimiento, reduzca la desigualdad y fortalezca la solidaridad que siempre ha sido factor de identidad del proyecto común.
Esa es la madeja con que hay que empezar a tejer Europa. Lo contrario, es seguir tejiendo y destejiendo como Penélope. O peor aún, rasgar lo alcanzado…
P.D.: Sorprende Syriza, que pide el voto a la izquierda y lo primero que hace es pactar con la derecha
José Blanco