lunes, noviembre 25, 2024
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Yo no soy griego

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Hay que sacar lecciones de las elecciones griegas, pero no hay que aplicar las conclusiones como si Grecia y España fueran lo mismo. No lo son. Ni la economía griega -que ha tenido que ser rescatada porque estaba en quiebra- ni la Administración y la Hacienda pública griegas -una broma si no fuera por las consecuencias que ha tenido para los griegos, que van a seguir pagando durante muchos años- ni siquiera la democracia griega se parecen a la española. Ambos países comparten, eso sí, el descontento, el hastío y el hartazgo por la corrupción generalizada, de la que los grandes partidos son culpables por haber detentado durante décadas todo el poder y haber reducido a la sociedad civil a meros sufridores de sus decisiones. La falta de debate, de pactos y de controles, la impunidad con que han actuado, han hecho posible el nacimiento de partidos como Syriza o Podemos. Aunque tampoco son iguales unos y otros.

Podemos es un claro ejemplo de oportunismo. Pero también de comunicación,  de inteligencia y de mucho trabajo de laboratorio antes de salir a la calle. ¿Qué más hay detrás? Algo tan importante como presentar como verdades indiscutibles lo que parece verosímil. Y en eso son maestros Iglesias, Monedero, Errejón y los suyos. Incluso son capaces de convertir las acusaciones de corrupción contra su partido en comportamientos éticos de los que carecen todos los demás. Sofismas al servicio de la causa. Y, si ustedes me lo permiten, marxismo-leninismo en estado puro, como el que se defendía en la Universidad Española en el final de la década de los 70, que afortunadamente no tuvo ningún papel en la política y en la sociedad española.

Decía Lenin que ellos, los comunistas, sí tenían una moral. «Nuestra moralidad se deduce de los intereses de la lucha de clases del proletariado. Está subordinada a ellos». Y añadía: nosotros decimos: es moral lo que contribuye a la destrucción de la antigua sociedad de explotadores». «Podemos» en estado puro, con otro lenguaje más moderno, usando las televisiones en lugar de los mítines y dirigiéndose a los mismos que lo hacía Lenin: esos a los que los políticos han marginado, olvidado o maltratado. El proletariado son hoy las clases medias maltratadas por la crisis y por la ineficiencia de los políticos. Para ponerlos en marcha, «es moral lo que puede ayudarnos a conquistar el poder».

La diferencia, a pesar de todo, es que conocemos  lo que el marxismo-leninismo hizo con la economía y las libertades, con los derechos humanos, en todos los países donde gobernó. El poder era del pueblo, pero sin el pueblo. A pesar de todos los grandes errores y de la corrupción, ni Grecia ni España van a  renunciar hoy a su libertad. Y a pesar de todo, los españoles, al menos, han vivido en estas décadas democráticas mejor que en ninguna otra etapa histórica. Y hoy pueden echar del poder a quienes se comporten deslealmente con sus ciudadanos. Yo no soy griego.

Francisco Muro de Iscar

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