Siempre ha habido mortalidades masivas de animales. Es, muchas veces, algo natural. Una sequía, por ejemplo, o cualquier otro evento semejante, puede crear situaciones catastróficas que se lleven por delante miles o incluso millones de seres. Pero lo que muestra un estudio realizado por varias universidades de Estados Unidos, como las de Yale, San Diego, Berkeley o el sur de Illinois, es que de unas décadas a esta parte está creciendo la incidencia de este tipo de fenómenos y, muchas veces, favorecidos por causas humanas. Cada vez son más frecuentes episodios en los que mueren, en un solo evento, miles y miles de peces, aves e invertebrados marinos. Cada vez se dan más casos que involucran a un mayor número de animales muertos.
Como dice el estudio, publicado por la revista Proceedings of the National Academy of Sciences «la magnitud de las mortandades masivas ha ido experimentando cambios según cada tipo de especie, y esas mortandades asociadas a múltiples factores de estrés» -entendiéndose el «estrés» como los diversos factores ambientales que pueden afectar negativamente a una especie, desde la polución al cambio climático, pasando por otros muchos- así como «las enfermedades, los cuales se asocian con las mortandades de mayor magnitud, están aumentando en frecuencia».
Este tipo de mortandades masivas, dicen estos científicos, son muchas veces eventos rápidos y catastróficos que, en poco tiempo, pueden traer consigo «la eliminación de más del 90% de una población, resultar en la muerte de más de 1000 millones de individuos o producir la pérdida de 700 toneladas de biomasa en un solo acontecimiento». A veces, a pesar de la espectacularidad de las mortandades concretas, los efectos de las mismas pueden no ser demasiado relevantes a nivel de una especie, por ejemplo. Pero otras no cabe decir lo mismo.
Un caso muy severo fue la mortandad masiva de los erizos marinos de púas largas en el Caribe
Los impactos pueden afectar a las poblaciones locales de algunas especies y, en algunos casos concretos, mucho más que eso. Puede llegar a desaparecer la mayor parte de una especie en zonas muy extensas. Es más, como los ecosistemas son muchas veces como un castillo de naipes, un simple acontecimiento de mortandad masiva de una especie clave puede iniciar una secuencia de acontecimientos tremendos. No tiene por qué ser así, pero algunas veces es.
Muchas personas es probable que tengan una mayor sensibilidad hacia las mortandades de animales como los mamíferos y, sin embargo, les parezcan de menor entidad las que afectan a animales «inferiores» como puedan ser, por ejemplo, los insectos o los invertebrados marinos. Les impactan probablemente mucho más las grandes mortalidades de criaturas como los delfines del Mediterráneo en los años 90, o las de las focas del norte de Europa a finales de los 80 de la pasada centuria. Mortandades, por cierto, causadas por enfermedades asociadas a un debilitamiento de la inmunidad que pudo ser debido a la presencia de contaminantes químicos en sus cuerpos. Algo que parece que también pasó con las focas del lago Baikal -las únicas focas de agua dulce en el planeta- que se vieron afectadas por una terrible epizootia (que es como se llama a las «epidemias» que se ceban en animales) que acabó con un 80% de ellas en su día.
Pero la importancia ecológica de una criatura, y muchas veces también la económica, no puede medirse por su tamaño. Al igual que se dice que no hay enemigo pequeño puede decirse, y más cuando se habla de ecología, que no hay aliado pequeño. Por ello, las grandes mortandades de algunos seres de apariencia más humilde también deben preocupar a cualquier Homo sapiens a poca materia gris que posea. Un ejemplo que se refiere en el estudio, por su importancia no solo ecológica, sino económica, son los insectos polinizadores, como las abejas. Pero hay más ejemplos que se citan en la investigación.
Un caso muy severo fue, por ejemplo, la mortandad masiva de los erizos marinos de púas largas (Diadema antillarum) en el Caribe. Estos erizos eran abundantísimos allí y mucha gente no les tenía demasiado aprecio. Desde luego pisarlos no era una experiencia agradable. Pero en 1983, una extraña enfermedad, causada por un desconocido microorganismo que había entrado, según parece, por el Canal de Panamá, barrió sus poblaciones. Entonces, incluso aquellos que los odiaban aprendieron una dura lección que tantas veces nos da la Naturaleza. Cuando alguien se pregunta frívolamente cosas como «¿y para qué necesitamos esta especie que nos parece tan engorrosa?», la Naturaleza da respuestas contundentes. Hoy muchos rezan, y con gran fervor, para que los erizos vuelvan. La desaparición de la mayor parte de ellos supuso un enorme daño a millones de kilómetros cuadrados de arrecife de coral. Se descontrolaron las poblaciones de unas algas que hasta entonces no ocupaban demasiada superficie y que estos erizos vegetarianos mantenían a raya. Las algas invadieron la mayor parte de los corales, el agua perdió su transparencia, y los corales comenzaron a morir en masa. Además otros factores, como la polución en algunas zonas, etc. no ayudaron demasiado. Ello produjo una pérdida muy considerable de biodiversidad e incluso de recursos de los que mucha gente vivía. Por ejemplo en el turismo que tenía uno de sus atractivos en la contemplación de la sin par belleza de los arrecifes coralinos. Todavía no se ha recuperado la zona y aquellos erizos son ahora una rareza.
Las grandes mortandades de animales no suelen producirse por una sola causa, sino por una conjunción de ellas
El estudio analiza más de 700 episodios de mortandades masivas recogidos por la literatura científica y que habrían castigado a más de 2400 poblaciones animales desde 1940. De su análisis se desprende que las causas de cada una de estas mortandades son diversas, brillando especialmente las enfermedades y las causas ligadas a actividades humanas. Así por ejemplo, las epizootias, que es como se llama a las «epidemias» que afectan a animales son cada vez más frecuentes y virulentas. También factores como el cambio climático o la contaminación química (como la de los pesticidas) tienen que ver con muchos de los casos citados en el informe.
Los datos concretos son que las enfermedades causarían un 26% de estas mortandades masivas (ligadas a virus un 44.5%, a bacterias un 18.3% y a hongos un 12.2%). Las pertubaciones humanas estarían asociadas a otro 19% (sobre todo la contaminación: 42.5%). Otra causa sería la biotoxicidad, como las mareas de algas dañinas, asociada a otro 15% de casos de mortandades masivas (por toxinas producidas por cianobacterias y dinoflagelados). Los procesos ligados al clima como condiciones atmosféticas extremas, estrés térmico, falta de oxígeno o hambre, podrían tener que ver con un casi un 25% de las mortandades.
Un dato importante es que, muy frecuentemente, las causas están asociadas. Es decir, que las grandes mortandades de animales no suelen producirse por una sola causa, sino por una conjunción de ellas que se dan la mano para acabar sembrando de cadáveres las tierras o las aguas. Por ejemplo, se sabe que, muchas veces, la polución química puede propiciar enfermedades al debilitar el sistema inmunológico, cosa que también puede propiciar una falta de alimento inducida por alteraciones de los hábitats, o que los episodios de proliferación de algas tóxicas pueden estar asociados a factores humanos, como la contaminación de las aguas con fertilizantes. Por otro lado una sequía puede incrementar las concentraciones de contaminantes al reducir la cantidad de agua en la que están (a la par que reducir la presencia de oxigeno en el agua e incrementar su temperatura lo que puede ser fatal para muchos organismos). Son, en fin, muchas las posibles asociaciones de unas causas con otras. El cambio climático, por ejemplo, por las modificaciones que causa en los ecosistemas puede someter a muchos animales a situaciones de estrés que les hacen más vulnerables a otros factores. Lo que se comenta en la investigación realizada es que es precisamente en aquellos casos donde se ve más clara la conjunción de varias causas simultáneas, donde se dan mayores mortandades.
Las categorias de causas que se tuvieron en cuenta fueron: biotoxicidad, desecación, perturbación humana directa, enfermedad, estrés térmico, estrés por falta de oxígeno, hambre, múltiples factores estresantes, toxicidad, climatologia…
Lo que sí se apunta es que hay zonas del planeta, como EEUU y Europa donde, puede darse una mayor notificación de este tipo de eventos
Estos incrementos en los casos de grandes mortalidades serían particularmente notables en peces, aves e invertebrados marinos (tales como los ya citados erizos o las langostas, que se han visto sometidas a enormes mortandades en algunas zonas). En otros animales habría existido más aparente estabilidad o incluso un posible descenso en la frecuencia de estos acontecimientos o al menos de los que llegan a ser publicados.
Los investigadores han considerado la posibilidad de que en algunos casos, más que un incremento real de estos sucesos de grandes mortalidades pudiese haber simplemente un aumento del número de ellos que se reportan debido a una mayor cobertura científica de estos eventos en tiempos recientes, pero los datos que manejan muestran que eso solo podría explicar una parte del incremento. Es decir, que sí se está dando ése incremento.
No obstante, lo que sí se apunta es que hay zonas del planeta, como Estados Unidos y Europa donde, al ser zonas más pobladas, con más científicos y conservacionistas que están más pendientes de estas cosas, puede darse una mayor notificación de este tipo de eventos. También que hay ciertas mortandades masivas y ciertas causas de ellas que son más difíciles de observar y, por ello, pueden al final no ser reportadas. Por ejemplo, las de muchos invertebrados acuáticos, sean de agua dulce o marinos. Al mismo tiempo, cuando animales que son más fácilmente visibles o que son más estudiados, sufren estos episodios, es más fácil que no pase desapercibido, mientras que otras especies pueden sufrir mortandades terribles sin que nadie se entere de ello.
EL ESTUDIO ES:
Samuel B. Fey, et al., “Recent shifts in the occurrence, cause, and magnitude of animal mass mortality events,” PNAS, 2015; doi: 10.1073/pnas.1414894112
Carlos de Prada