AL LORO
El ex contaba hace no mucho tiempo que cuando no era ex sino que ocupaba el principal despacho de la Generalitat, le llamó Jordi Pujol para pedirle que se acordara de que su mujer, Marta Ferrusola, tenía un negocio de jardinería y flores que podía surtir muy eficazmente a las instituciones que dependían del ex.
Si non en vero e vero e ben trovato, pero lo contaba el ex y parece que sí, que es vero. Entre otras razones porque a raíz de los escándalos de la familia Pujol, se dio como noticia lo que se sabía sobradamente cuando Jordi Pujol era el Molt Honorable President de la Generalitat: que su mujer suministraba flores a las sedes del gobierno catalán e incluso era la encargada de mantener en condiciones el campo del Barça. Ahora, cuando se ve a Jordi Pujol dando a entender a la juez que no sabe nada de negocios raros, ni de comisiones, ni de la gestión de un legado –que no herencia, no sea que su hermana pida lo que le corresponde- se cae en la tentación de recordar todo aquello que era de dominio público hace años … y recordar también lo que contaba el ex.
Días atrás el presidente de gobierno realizó un viaje a Andorra y se vendió que se trataba de una visita muy relevante porque había que afianzar la cooperación entre los jueces de allá y de aquí, los de Andorra y los de España. Pues no parece que le hayan hecho mucho caso. Pujol y su familia pueden salir limpios de polvo y paja si los jueces españoles no consiguen que los de Andorra, Lichstenstein y Suiza colaboren y faciliten las informaciones sobre las cuentas depositadas en sus bancos.
Cataluña en el punto de mira, no solo por la historia independentista de Mas y Junqueras –están a tortas- sino por el caso Pujol. En el resto del país, la política está muy centrada en lo que ocurre en la izquierda.
Los dirigentes de Podemos siguen con su latiguillo de que son víctimas de una campaña de acoso y derribo. No aceptan que hace mucho tiempo que a los partidos, a todos, se les mira con lupa, porque ya está bien de corrupción y al menos que quede la satisfacción de denunciarla aunque luego ciertos jueces se encarguen de prolongar la instrucción hasta extremos exasperantes y que poco tienen que ver con la justicia. Los dirigentes de Podemos, como todo hijo de vecino, están obligados a explicar sus cuentas, sus ingresos y gastos, y eso no tiene nada que ver con supuestas campañas de desprestigio.
De cara a las elecciones andaluzas se mueve con inteligencia la eurodiputada Teresa Rodríguez, que dedica parte de sus ingresos parlamentarios a organizar el partido en Cádiz, con sede incluida. Lo curioso es que pertenece al sector crítico de Podemos, como el aragonés Echenique, así que Iglesias debería hacérselo mirar, porque no le acaban de gustar algunos de los miembros de su partido que más pitan.
Y hablando de Andalucía: Susana Díaz, de la que pocos dudan que seguirá siendo presidenta después de las elecciones, cuando le preguntan si pactaría con Podemos responde con un no rotundo; no es tan rotunda en cambio cuando se le pregunta si pactaría con el PP. Alguien de su círculo apunta que no es una locura pensar en una gran coalición Psoe-PP si se dan las circunstancias para ello, y con Díaz en la presidencia –da por hecho que gana a Juanma Moreno- para parar los pies a Podemos.
Sánchez no quiere ni oir hablar de una gran coalición, aunque fue algo que defendió Felipe González hace tiempo como una fórmula adecuada para superar problemas complicados, como por ejemplo el catalán. Susana Díaz mantiene una buena sintonía personal y política con González. A lo mejor es por eso por lo que no le asusta una gran coalición del tipo de las que se hacen por esos mundos de dios. En países absolutamente democráticos.
Pilar Cernuda