Parece que Grecia, de pronto, existe. Hasta hace unos días, era poco más que un sitio donde se estaba peor que aquí, y a Rajoy le venía de perlas para ufanarse con la marcianada de que, en comparación, nos podíamos dar con un canto en los dientes. Sin embargo, en apenas 48 horas, o en menos, Grecia resulta ser un país en el que, con una buena poda y alguna tala puntual, se puede estar muchísimo mejor.
Lo que aquí nos lleva casi dos meses, el traspaso de poderes y la formación de nuevo gobierno, en Grecia lo han hecho en un día, pero es que lo de aquí, del PSOE al PP y del PP al PSOE, no era traspaso ninguno, sino continuidad con un poco de cosmética. De ahí en adelante, lo que en España lleva una eternidad, literalmente una eternidad, pues nunca se hace, la regeneración, el cambio verdadero, la limpia a fondo, en Grecia se ha emprendido ya, empezando por la lucha a muerte contra la corrupción, endémica allí como aquí.
Pero no sólo resulta admirable la diligencia de Syriza y su altura de miras al asociarse con el centro derecha civilizado para gobernar a favor de los intereses y el bienestar del pueblo griego, sino que lo que éste está haciendo, y no sólo votando con fundamento, es más admirable todavía: la solidaridad, el auxilio generoso y activo de quienes han sobrevivido a la miseria merkeliana hacia los que han sucumbido a ella, le describe y le honra. Muchos médicos y auxiliares no sólo suplen desinteresadamente con su trabajo la falta de atención sanitaria que sufre medio país, sino que pagan de su bolsillo, retrayéndolo de sus menguados salarios, la creación y el mantenimiento de las clínicas donde ofrecen a sus compatriotas, gratis, esa indispensable atención. Igualito que aquí, donde los que se hallan a salvo de la ruina apenas se estiran con un poco de limosna, y eso los que se estiran.
Sin señalar a nadie, pues no hace falta, no es lo mismo entregar desinteresadamente el trabajo y el dinero de uno a los hermanos caídos, en apuros, que dárselo a la productora televisiva de uno, o sea, a uno, con lo que van quedando claras las diferencias entre la generosidad y el agit-prop. España no es Grecia, pero brutalizadas, empobrecidas y humilladas ambas por la usura internacional, lo mismo convenía que empezara a serlo un poco. De momento, de entrada, Grecia ya ha recuperado lo más difícil, la esperanza, la ilusión.
Rafael Torres