domingo, noviembre 24, 2024
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Tomás Gómez, su cuenta atrás acababa con el BOE

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Solo había una duda en el PSOE, e incluso en el PSM, que había depurado para solo dejar acólitos: ¿Antes o después de salir publicadas las listas electorales en el BOE? La imputación ronda a Tomás Gómez como una espada de Damocles por su actuación en la alcaldía de Parla, su experiencia de gestión, el curriculum vitae que exhibió en su momento y que ha sido su tumba política. Las facturas de Parla se han pagado con años de retraso, pero vaya si se han pagado. Y aún queda por pagar mucho. De entrada, a cada parleño, 2.900 euros de deuda.

Tomás Gómez permitió que David Marjaliza, preso como cerebro de la trama Púnica, le pagara un mitin. Que se sepa uno. A cambio, el amigo de Granados recibió beneficios en forma de parcelas para construir en Parla. El sucesor de Tomás Gómez fue detenido en esta misma operación policial. Toda su corporación está implicada judicialmente (el fiscal pide la imputación de todos los Gobiernos municipales de Parla bajo el mando de Gómez) por los sobrecostes de la obra bandera de Gómez, el tranvía. Él no, porque el día que se votó ampliar el coste del tranvía, sin concurso, él se fue “a cantar villancicos”. Eso sí, el día de la foto de inauguración, sí compareció, no se fue a cantar.

El PSOE, el semi hundido PSM, afronta un viacrucis electoral de cuidado. A la falta de carisma y a la depresión demoscópica de un ensimismado Gómez, se ha unido el ascenso por la izquierda de los airados Podemos y al otro lado la fortaleza mítica de la derecha madrileña. La baza de la corrupción, con el alcalde de Parla en un calabozo, no parece viable para el PSOE. La Policía ya investiga las relaciones entre la Junta de Gobierno de Gómez y los concesionarios del tranvía, que vieron cómo se ampliaba el gasto en un 175% más, sin siquiera concurso, y parece que sin obras reales que lo justificaran. Púnica es ahora mismo un boomerang sin destino conocido que se puede llevar la cabeza de políticos madrileños, pero que ya ha pasado suficientemente cerca de Tomás Gómez como para no sospechar que en la siguiente vuelta de investigación llegue a él, que sigue gozando de la condición de aforado al menos hasta mayo.

Tomás Gómez ha recurrido a su arsenal habitual para negarse a aceptar la realidad, su destitución. Apela a que su madre fue limpiadora como muestra de honradez, una pirueta que deja perplejo a la inteligencia más común. No acepta que se le destituya y se aferra al cargo como un dictador se encerró en su búnker en pleno hundimiento, de la misma manera que pretende que todo lo que pasa respecto a las irregularidades en los sobrecostes de su tranvía es una oscura maniobra urdida por el PP y sus medios amigos. De hecho, sigue diciendo sin sonrojo que toda la responsabilidad es de Dolores de Cospedal, que es la última que firmó.

Alejamiento de la realidad, enrocamiento en oscuras estructuras orgánicas para no afrontar las críticas, la culpa de lo que le pasa a Tomás Gómez puede ser hasta del Club Bilderberg, con tal de no afrontar la crítica. El problema es que el PSM se ha convertido en el fiel espejo de su líder, una organización menguante en afiliados y simpatía: electoral y de la otra.

Suele deambular Gómez solo por la Asamblea de Madrid. No tiene allí muchos amigos, aunque sí fieles, ya que la disidencia se ha castigado con el ostracismo en el PSM. Todo en la vida de Gómez induce al ensimismamiento, el mismo con el que se entrega al gimnasio. Huidizo en cuanto a cualquier pista de su vida personal (oficialmente está casado, pocos saben con quién), hasta con su lugar de residencia. Aparecía con su coche por la mañana en el párking de la Policía Local de Parla (otra obra faraónica sobre la que se hablará) y allí lo recogía un coche oficial, sin más pistas. Huidizo en su trato con la prensa, actitud que se ha trasladado a la mayor parte de los miembros con responsabilidades del PSM, que suelen vetar a medios que critiquen a Gómez, como este que está leyendo.

Gómez dejó más de 300 millones de deuda en Parla, que suponen 2.900 euros por vecino, que se dice pronto, de esta ciudad poblada de trabajadores. Allí construyeron con soltura algunos de los protagonistas de Gürtel y Púnica. Para pagar todo esto, los fantasmagóricos polígonos industriales previstos han naufragado. Los servicios de la ciudad están casi totalmente privatizados, lo que demuestra una vez más que una cosa es predicar y otra dar trigo. El trigo, Gómez se lo ha dado a las empresas de servicios, capitalismo a chorro.

Un veterano político español decía que no hay que aguantar en el cargo más de dos legislaturas, porque es el tiempo en que los “marrones” salen a la superficie. Tomás Gómez fió toda su estrategia a subirse a una ola que lo elevara a la presidencia de la Comunidad de Madrid, y desde allí ya iría afrontando los pagarés políticos que dejó, como muertos para barcos, sumergidos en Parla. Chocó con su falta de carisma, errores políticos graves y la fuerza demoledora del PP madrileño, hasta ahora una sólida roca con la que choca la izquierda.

Ahora se imponía tachar ansioso los días que quedaban para que saliera el BOE con su candidatura. Un desafío demasiado peligroso en vista de cómo van las investigaciones, a juicio de la dirección del PSOE y Pedro Sánchez. No ir a ver al secretario General porque te va a destituir es un síntoma claro de que Tomás Gómez no es capaz de afrontar la realidad ni la crítica. Algo así como irse a cantar villancicos el día que hay que firmar un contrato con pinta de matute. Un síntoma, permítase la licencia, patético.

 

Joaquín Vidal

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