A la hora de redactar estas líneas, creo que el profesor Ángel Gabilondo se encuentra en Estados Unidos, mientras en Madrid bastantes personas hablan de él como posible candidato socialista a presidir la Comunidad de Madrid. Y pudiera suceder que, cuando se publique este artículo, el profesor diga que se queda con la ontología de Aristóteles y el criticismo de Kant, y que las urnas se queden con todo lo demás, sin incluir su nombre. O, también, pudiera ser que decidiera entrar en batalla y descender del idealismo de Hegel al realismo de una campaña electoral.
Con los profesores de Metafísica y con los hijos sucede que los hay que salen buenos y, otros, regulares. El profesor Gabilondo salió bastante apañado y, como hijo de una familia numerosa donde no había ningún millonario, tuvo que hincar los codos al estilo de posguerra, porque los tranvías pasaban de tarde en tarde y no paraban demasiado, aunque me consta que nombrar ahora al tranvía parece una alusión de mal gusto.
El profesor Gabilondo salió bastante apañado y tuvo que hincar los codos al estilo de posguerra
La física del nominado es rotunda, vasca y sólida. No llega al espécimen del armario de luna, pero tampoco puede esconderse detrás de una columna, a no ser que sea del dórico del primer periodo. Luego está la Metafísica, que es algo así como una reunión entre astrónomos, teólogos y lógicos, casi en igualdad de condiciones, y donde no se sabe quién hará el resumen y, sobre todo, si les vamos a entender.
Durante su periodo de ministro preparó una reforma educativa que se entendía tanto que estuvo a punto de ser consensuada con el PP, aunque a última hora los asesores de imagen y otros profetas menores influyeron para que Rajoy se echara atrás. Fue una lástima, no para populares y socialistas, sino para los educandos del país que no tienen la culpa de que, como decía Obélix, «estos romanos estén locos».
No sé si esa frustración influirá o no en su decisión, pero lo que suceda después dependerá, ya no de la Física o la Metafísica, sino de la química con los votantes.
Luis del Val