La imputación, la cita ante un juez que investiga un posible delito, no anula la presunción de inocencia. O no debería hacerlo, aunque en España -en parte por obra de una determinada forma de hacer periodismo- imputación es sinónimo de «pena de telediario» y en consecuencia, de pérdida de fama y honorabilidad. Cuando de un ciudadano particular se trata, una imputación no debería empañar su imagen. Cosa diferente acontece en el planeta de la política. Es probable que semejante salvedad apareje injusticia, pero quienes se dedican a la política -actividad voluntaria- deben asumir ese plus de exigencia. Que haya compensación en los privilegios de los que gozan.
Todo lo anterior viene al hilo del debate surgido en torno a la imputación de los señores Manuel Chaves y José Antonio Griñán, ex presidentes de la Junta de Andalucía, ex ministros y, a la sazón, diputado y senador, respectivamente. Toda una vida viviendo para y de la política que ahora, en el tramo anterior a la jubilación, se ve salpicada por una imputación en orden a supuestos delitos -todavía no especificados- pero que, al ser resultado de una requisitoria de la juez (Mercedes Alaya) que lleva años investigando la trama de los ERE y el desvío de los fondos de formación, en el imaginario colectivo remite automáticamente a un caso de presunta corrupción. Ambos niegan tener responsabilidad alguna en la supuesta ideación de un sistema de subvenciones que hurtaba o se saltaba el control del Interventor general de la Junta. Es por ello por lo que han declarado que no tienen intención de renunciar a sus actas de parlamentarios. Actas que, al mantener su aforamiento, les alejan de los tribunales ordinarios. En términos procesales habrá que esperar a que se pronuncie la justicia, pero en el ámbito de la política su negativa a resignar el acta es insostenible. Y no porque lo diga el fluido código ético del PSOE. La cuestión es más sencilla: la mujer del César, amén de honrada, debe parecerlo. Desaparecen las Humanidades de los planes de estudios y acabamos olvidando lo mucho que todavía nos pueden enseñar los sabios del pasado.
Fermín Bocos