El pasado 13 de febrero, viernes de Carnaval, lo había arreglado todo para ir a La Marabunta y ver a Momi Ogalla, “contaor de historias” gaditano, del barrio de Santa María, al que tengo afecto y respeto. Para ese día, él había preparado el espectáculo Más Momo que Momi, una función de cuentos con soniquete carnavalesco que pocas horas antes suspendieron porque, si bien adecuada a la ocasión, no estaba el lugar para esas cosas.
El mismo fin de semana algunos de los fundadores de la librería-café se enfrentaban entre sí por la secretaría general de Podemos en Madrid; así que los hijos de Prometeo, en sus afanes para tomar el cielo por asalto, cancelaron a los hijos de Momo, el dios de la burla, la agudeza y la ironía.
La Marabunta cierra después de cuatro años. Fue uno de los sitios donde los promotores de Podemos se reunían y, aunque anunciado hacía poco, su final venía avisado con la organización y ascenso del partido al que sus fundadores pertenecen. Ya ese día 13 algún medio contaba el desenlace. De lo que se proponía como un “ambicioso espacio cultural, de debate y reflexión” solo la ambición pervive, se transmuta, legítima sin duda. Dicen que quizá reaparezca, pero en una calle más transitada y con un local más grande. No solo estará, sino también vendrá desde otra parte. Será otra cosa.
Hace poco más de dos años, en el artículo “El fúnebre cierre de librerías en Madrid”, Julián Sahuquillo evocaba otra época cuando la fortaleza de ciertas editoriales producía “una constelación de papel bibliográfico admirable” que brillaba en “librerías de leyenda”, el tiempo de una generación para quienes la formación de una biblioteca privada, “a pie de obra”, era el mayor orgullo personal. El final de muchas de aquellas librerías y editoriales coincidía con la aparición de otras como esta, a las que al autor consideraba “toda una huida hacia delante” y de “pronóstico reservado”.
En el caso de La Marabunta dicen que se trata de un problema de sostenibilidad económica, y también vital, creo yo. Del papel a la electrónica, de la soledad sonora al ruido virtual, del libro al microblog, de la duda o la curiosidad como virtudes al énfasis impertinente de lo obvio… La librería-café cierra mientras la marabunta avanza; los viejos lobos esteparios y otras especies de interés caminan hacia la extinción, se quedan sin hábitats.
José Luis Mora