martes, noviembre 26, 2024
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Gibraltar irredento

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Wert quiere españolizar a los catalanes y Margallo desespañolizar a los gibraltareños. Cierra el Instituto Cervantes en Gibraltar afirmando que allí todos hablan español salvo los simios. ¿Y él que sabe? ¡Claro que hablan nuestro idioma porque el Peñón es español! ¿Lo duda Margallo? Los que visitan estos monos y le ofrecen cacahuetes hablan con ellos tanto en inglés (“Darling, a peanut for your liking?”) como en castellano (”¿Majete, quieres un cacahuete?»).

Los simios gibraltareños no son ni ignorantes ni tontos. Al incauto que les ofrece un cacahuete y luego se lo niega le puede ocurrir que el primate mire al cacahuete denegado y a la bolsa de la que salió y rápido como el rayo alargue la mano, se apropié de dicha bolsa y salga corriendo dejando al ingenuo compuesto y sin cacahuetes. Con su equivocada política reivindicativa de Gibraltar por las bravas Margallo se ha quedado compuesto y sin Peñón. La política de Margallo, y de su mentor Rajoy, acerca de Gibraltar desde que llegaron al poder a finales de 2011 ha sido desastrosa para la reclamación española. Quienes, como ellos, piensan que en este siglo XXI se puede recuperar esta colonia británica sin el consentimiento de la población gibraltareña viven en otro planeta.

Castiella fue un ministro de Exteriores de Franco que llevó bien la reclamación del Peñón en la ONU donde su Asamblea General favoreció nuestra reclamación hará medio siglo, con condiciones, pero metió la pata aislando a Gibraltar de España al cerrar el paso entre el Peñón y la Línea a través de la verja que los británicos erigieron en 1908 para impedir que los españoles fueran libremente a la colonia. Los habitantes de Gibraltar, un lugar enano y claustrofóbico, venidos muchos de ellos de otros lugares del Mediterráneo hace ya generaciones, se funden fácilmente con su entorno español. Todo lo que sea rechazarles es un error. Al contrario, hay que acogerles y mimarles como si fueran españoles. ¿No decimos que les queremos en España?

El paso español de la verja se volvió a abrir en 1983 pero no la mentalidad de Margallo y de su patrón Rajoy. Es aún más fácil concebir que Gibraltar no vuelva nunca a ser español que creer que lo será sin el consentimiento de sus habitantes. Por eso la política de Moratinos y de Zapatero era más inteligente que la de Margallo y Rajoy. No sorprende. Con ella se lanzaban puentes entre españoles y gibraltareños porque la fusión de intereses entre los pobladores de ambos lados de la verja es lo que puede permitir un día recuperar ese Peñón de un modo armónico. Mediante una buena vecindad y provechos mutuos es cómo hacer atractivo a los llanitos el que Gibraltar vuelva a ser español. Así de sencillo.

Si Margallo y Rajoy juegan a un nacionalismo barato, aunque dañino para nuestra reclamación, van por buen camino. No es un camino lúcido si bien, ciertamente, permite hacer mucho ruido delante de la verja pero sin ninguna nuez que echarse a la boca. Una cosa es exigir que las autoridades locales en el Peñón luchen contra los contrabandistas, los narcotraficantes y otros delincuentes, que también pueden ser españoles y no solo gibraltareños, o contra las cuentas corrientes estilo paraíso fiscal del Peñón, y otra muy distinta generalizar acusando a “los gibraltareños” de incumplir normas internacionales o europeas como algunos dicen o dan a entender. Cada palo a los gibraltareños en general es un boomerang contra España en particular.  

Fue apropiado abrir un Instituto Cervantes en Gibraltar, poniendo una pica española en el Peñón, para profundizar el estudio del castellano y del conocimiento de nuestro país, de nuestra variedad lingüística, de nuestras culturas y literaturas, en plural, sin perjuicio de que casi todos los gibraltareños sepan español. Si Gibraltar fuese español sería una Autonomía que conservaría sus peculiaridades e idioma propio. Interesa que comprueben en el mismo Peñón que ello ocurre en varias Autonomías en España. Ahora Margallo lo cierra a cuenta de que sólo hay Institutos Cervantes donde no saben español. Pues hay uno en Madrid, la sede, y mientras los gibraltareños no decidan otra cosa el Peñón seguirá siendo tierra irredenta con el inglés como idioma oficial. “Un error lo comete cualquiera pero los hay que cuestan muy caro” dice un anuncio radiofónico. La política gibraltareña de Margallo y Rajoy es un error de campeonato que se inauguró suprimiendo unilateralmente en 2012 la mesa en torno a la cual se reunían, con sus dificultades, españoles, británicos y gibraltareños para dialogar. Esta supresión provocó y agudizó miles de problemas, allanando el camino a los gibraltareños recelosos de España. Ahora se clausura el Cervantes. ¡Solo queda cerrar de nuevo el acceso español de la verja!

Aquellos que desean un Gibraltar como ahora o independiente están felices brindando por Margallo y comiendo perdices.

Carlos Miranda

Embajador de España

Carlos Miranda

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